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República Democrática del Congo: el país de todos los males

En verde la República Democrática del Congo

Pilar Estébanez, doctora en Medicina y presidenta de la Sociedad Española de Medicina Humanitaria

La República Democrática del Congo puede ser considerado, sin temor a exagerar, como uno de los peores países del mundo en el que nacer o vivir. O quizás el peor. Décadas de guerra civil o enfrentamientos internos, guerras civiles de otros países llevadas a cabo en su territorio (hutus ruandeses contra tutsis), luchas por los ingentes recursos mineros que se esconden en el subsuelo, un territorio enorme y malas comunicaciones, un sistema de salud destruido, enfermedades epidémicas o infecciosas sin apenas recursos para enfrentarlas, corrupción, luchas tribales, etc. han llevado a este país a ocupar el puesto 176 en el Índice de Desarrollo Humano, uno de los peores del mundo.

Si hace apenas una semana informábamos en Actualidad Humanitaria sobre el descubrimiento de fosas comunes con decenas de cadáveres de civiles, entre ellos al menos treinta niños, asesinados presuntamente por miembros del ejército, ahora recibimos información sobre un brote de Ébola que ha causado al menos tres muertos y al menos nueve casos sospechosos, según información remitida por la Organización Mundial de la Salud.

Este brote de Ébola, que ha disparado las alarmas, ha surgido un año después del fin de la última epidemia que provocó miles de muertes en Liberia y Sierra Leona, países en los que el sistema de salud quedó asolado, así como en Guinea-Conakri, Malí y Nigeria, así como dos casos en Estados Unidos y España.

La RDC es el país donde se descubrió este virus en 1976. El brrote actual es el octavo  que afecta al país desde la aparición del virus del Ebola de la especie Zaire en 1976, en una zona delimitada por el río Ebola. El mismo año surgió de forma prácticamente simultánea otro brote en Sudán del Sur. Este es el octavo brote de la fiebre hemorrágica registrado en la RDC. El brote anterior (2014) provocó 49 muertos, y pudo ser controlado, no así en Sierra Leona y Liberia. El aspecto positivo, en esta ocasión, es que la RDC tiene, al menos, amplia experiencia en el manejo de esta enfermedad, aunque hay que recordar que el virus del Ébola tiene una tasa de mortalidad muy alta: hay un 55% de probabilidad de morir si se contrae.

El problema, como hemos dicho anteriormente, es la fragilidad de los sistemas de salud convencionales. Como señala el antropólogo Paul Farmer, el ébola (como otras enfermedades infecciosas de la pobreza) podría controlarse con unas condiciones sanitarias mínimas, de las cuales carece este país. Se trata de las «cuatro S» (por sus siglas en inglés): Staff (personal médico suficiente, capacitado y bien pagado); Stuff (contener la epidemia con el material apropiado; mascarillas, guantes, aparatos de diagnóstico); System (sistema de salud moderno, ambulancias e intervención rápida, generadores, diésel, electricidad); Space (hospitales, clínicas, camas, lugares para la cuarentena). La RDC carece de todo eso.
El Congo  ha pasado  por largos períodos de guerra, con gobiernos corruptos dirigidos por Mobutu y posteriormente por el rebelde Kabila, sucedido por su hijo Joseph, que ocupa actualmente la presidencia del país. Durante estos períodos la economía fue saqueada y el sistema sanitario, como el resto de los servicios públicos, desmantelado.

Actualmente en país se ve sumido en otra crisis, provocada por la negativa de Joseph Kabila a celebrar elecciones, una vez transcurridos los dos mandatos limitados por la Constitución. Kabila se ha negado diciendo que hay que actualizar el censo, por lo que ha postergado las elecciones hasta julio de este año. Al mismo tiempo, se ha iniciado una represión contra la oposición, los medios de comunicación y los defensores de los derechos humanos. Y en el este del país se han intensificado los enfrentamientos tribales.
Asimismo, la RDC es, probablemente, el país con más fosas comunes del mundo: se calcula que los cadáveres de más de cinco millones de personas permanecen enterrados en fosas esparcidas por todo el país, víctimas de la represión, las guerras y las ejecuciones en masa. Desde abril, la violencia ha provocado el desplazamiento de cerca de 37.000 personas.

La consecuencia de esta situación es un vaciamiento de todo tipo de servicios públicos y especialmente de sistemas sanitarios, lo que supone la total eliminación del importante factor estructural y social de la sanidad pública, y de los principios de toda la salud pública, que se hallan en soluciones muy sencillas y básicas. Se trata de disponer de agua potable, saneamiento, buena nutrición… La población rural cuenta con poquísimos centros de atención en salud, y como bien dice el portavoz de la Organización Mundial de la Salud, Tarik Jasaverik, la RDC tiene uno de los sistemas de salud peor equipados del mundo. Las instalaciones no dan abasto, están en una situación horrible, carecen completa y totalmente de personal. Por tanto, una epidemia podría ser terrible.

Nos encontramos también con que el Banco Mundial y otras grandes “fundaciones neofilantrópicas” han impuesto programas focalizados y verticales para enfermedades específicas pero con malos resultados, ya que la tuberculosis, el paludismo, el sida y las enfermedades prevenibles con vacunas básicas siguen siendo las principales causas de muerte, en este y en otros países africanos. Además en la RDC hay una enorme prevalencia de otras enfermedades. Por ejemplo, la oncocercosis o ceguera de los ríos: el 90 por ciento de los casos de esta enfermedad registrados en todo el mundo se producen en la RDC. También hay altísima prevalencia de fiebre amarilla: en lo que va de 2017, se han registrado 40 casos sospechosos de fiebre amarilla. Y por culpa de la violencia durante el último año más de 100.000 niños han perdido las vacunaciones rutinarias sólo en la región de Karsai. También se han registrado casos de polio y cólera.

Para el control de estas enfermedades se necesitan sistemas sanitarios competentes que dispongan de médicos y enfermeras bien formados e instalaciones donde, por ejemplo, se puedan aislar a los enfermos y se pueda hacer lo que se denomina “rastreo de contactos”: volver a la comunidad para averiguar con quien han estado en contacto las personas afectadas para poderles poner en cuarentena y aislarlas hasta estar seguros de que realmente no se han contagiado de la enfermedad ni la han trasmitido durante el período de incubación.

Violencia de género
La RDC quizás sea el país con más altas tasas de violencia de género, hasta el punto de que 1,8 millones de mujeres han sido violadas al menos una vez en la RDC. La violación y el asesinato de mujeres se ha convertido en algo casi habitual en este país, según denuncian numerosas organizaciones, y ocurre también dentro de las familias. Las cifras son escalofriantes: según un estudio del American Journal of Public Health (2011) cada día son violadas 1.100 mujeres y niñas. Los resultados de este estudio se centraron en el período 2006-2007 y recogió datos sobre violaciones y agresiones sexuales cometidas contra más de 400.000 mujeres, de entre 15 y 49 años. El propio estudio reconoce que las cifras podrían ser peores, ya que no están documentadas las violaciones cometidas sobre niñas menores de 15 años o mayores de 49.

La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) presentó en 2010 un informe que documentaba la violación de 5.500 mujeres en ese año en la provincia de Kivu, y advertía que esa cifra se refería sólo a casos denunciados, por lo que la cifra podría ser aún mayor. Otros estudios hablan de 200.000 niñas violadas por año. Y contra lo que podría pensarse, estas cifras se han mantenido en tiempo de paz, lo que habla de la dimensión del problema.

Como hemos podido ver, la República Democrática del Congo, tal y como afirmamos al principio, es uno de los peores países de la Tierra para vivir. La desestructuración social, la enorme extensión del territorio, la violencia asentada y endémica, la corrupción, la falta de recursos e inversiones en sistemas de salud o estructuras sociales, hacen que sea un escenario de pesadilla si este brote de Ébola llega a convertirse en una epidemia. Ahora, a diferencia de lo que sucedió durante la epidemia de Ébola en Sierra Leona, Liberia y Guinea, tenemos experiencia, existe una vacuna y se han protocolizado los tratamientos y las estrategias de actuación. Sin embargo, por el contrario, el escenario que hemos descrito podría dificultar enormemente la intervención.

Nos queda confiar en que todo quede en un brote, pero debemos ser conscientes de que el cualquier momento podría surgir una epidemia, de esta u otras enfermedades y encontrarnos ante un problema incontrolable. Como hemos dicho en otras ocasiones, la comunidad internacional tiene que fortalecer los sistemas de salud y de respuesta de los países en vías de desarrollo o empobrecidos. Podría ser la clave para evitar que epidemias como la de Sierra Leona y Liberia se repitan.

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