Los otros héroes de la pandemia: las redes solidarias vecinales

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Ramon Alonso. Técnico Superior Facultativo de la Administración

La aparición de la pandemia ha provocado un colosal cataclismo que está afectando a muchas personas. Todo el mundo reconoce el sacrificio de los sanitarios y otros servidores públicos para detener o paliar los devastadores efectos clínicos de la enfermedad, pero esta generó importantísimos daños económicos y sociales, que esos servicios no podían aliviar. Muchas personas fueron privadas de la noche a la mañana de sus ingresos, muchos dependientes de sus ayudas y muchos niños de la educación.

En muchos países se ha sufrido una crisis alimentaria de consecuencias gravísimas y el esfuerzo para tratar de paliarla ha sido reconocido con la concesión del Premio Nobel de la Paz al Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Pero en nuestro país, miles de personas han evitado el hambre gracias al esfuerzo de sus vecinos que, de forma voluntaria, han contribuido con su esfuerzo. Ellos merecen también un reconocimiento.

La larga duración del estado de alarma tuvo consecuencias graves, como la pérdida de ahorros de miles de familias, que llevaron a situaciones de dificultad del acceso a los alimentos, por ejemplo. También afloraron problemas ocultos, como la soledad o la dependencia funcional de muchos ancianos que quedaron sin atención. Muchas de las medidas tomadas por el gobierno no eran útiles para atender las carencias inmediatas más perentorias, pues la tramitación de esos ingresos, es compleja y sobre todo lenta, incompatible con la cobertura de las más urgentes necesidades cotidianas. En conclusión, pasados los primeros días se habían creado grandes bolsas de ciudadanos en severos estado de precariedad. Las instituciones habían desarrollado medidas normativas y dado instrucciones justas, pero quedó en evidencia que no eran capaces de dar soluciones a otros problemas muy urgentes. Fueron los voluntarios quienes aportaron su tiempo, salud y esfuerzos para solventar en parte esta terrible problemática, los que montaron las despensas solidarias que han salvado de la muerte, pero sobre todo del hambre y el abandono a miles de personas. 

Las redes sociales y la concienciación de los vecinos han sido durante este período una gran ayuda para miles de personas: aparecen las despensas solidarias, espontáneas y carentes de infraestructuras pero muy efectivas: artículos de primera necesidad, almacenamiento en locales municipales o proporcionados por voluntarios… Según los datos de la Federación de asociaciones vecinales de Madrid (FRAVM), a fecha 31 de mayo había un mínimo de 81 redes de apoyo vecinal, de ellos 63 en la capital. Según estas fuentes se atendieron hasta el 31 de mayo a 14.700 familias y a un total de 51.000 personas. Las relaciones con los servicios municipales fueron tensas en algunos momentos, y aún se está esperando algunas de las promesas que se hicieron en las reuniones con el alcalde: las tarjetas de ayuda familiar aprobadas en los acuerdos de la villa solo han llegado a algunos distritos. El papel de la Comunidad de Madrid, salvo el suministro de comida rápida para los 14.000 niños en situación de riesgo que habían sido privados de sus menús escolares por decisión de Isabel Díaz Ayuso, se desconoce.

El día a día en una despensa solidaria 

Las tareas más importantes son la recolección y almacenaje de alimentos, productos de limpieza y otros artículos de primera necesidad, como pañales de bebé. Después, la clasificación para su distribución. La falta de experiencia provocó momentos puntuales de aparente caos, aprovechadas por algunos medios de comunicación, como “las colas del hambre”. Sin embargo, la mayoría de las despensas funcionaron eficazmente. Y a medida que la necesidad fue decreciendo, éstas fueron reduciendo su demanda o cerrando. 

Como ejemplo de gestión eficiente merece la pena hablar de la despensa solidaria de Quintana, un barrio del distrito de Ciudad Lineal de Madrid. La asociación de vecinos existe desde hace cuarenta años y cuenta con un local, que en cuanto se detectaron problemas de acceso a los alimentos de vecinos, se transformó en la Despensa Solidaria de Quintana, que funcionó hasta el 1 de octubre. Ha sido un modelo de organización y buena gestión: acreditación de domicilio en el barrio, datos personales, de necesidades concretas, etc. La preparación de las cestas eran individualizadas y cumpliendo los requisitos. Además de alimentos básicos, se prepararon cestas para cubrir demandas especiales, como alimentación para niños o bebés. Se repartieron también mascarillas, packs de higiene persona y femenina,  e incluso se organizó un sistema para pasear a los perros.

En total se proporcionó 28.000 kilos de alimentos a más de 1.500 personas, entre ellas 375 niños y colaboraron más de cuarenta organizaciones, desde los Boy Scouts hasta los sindicatos y decenas de voluntarios. 

Como hemos podido ver, además de los sanitarios y otros profesionales que demostraron su valía en la lucha contra la pandemia, miles de personas anónimas, vecinos de barrios, han colaborado para aminorar el impacto directo de esta catástrofe, una solidaridad y esfuerzo completamente desinteresados que han evitado que la tragedia haya sido mayor y que merecen ser reconocidos: fueron los otros héroes.

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