Por qué el mundo ignora la guerra de Yemen
Poco antes de morir en un ataque aéreo el periodista yemení Almigdad Mojalli, que había estado cubriendo la guerra de su país, viajó a Jordania y se encontró con una sorpresa. A pesar de que había estado informando con detalle de los combates, las muertes de civiles y la desesperación de la gente que busca comida en los cubos de basura, en Jordania la guerra que destrozaba su país no era noticia. A pesar de los 6.000 muertos desde marzo, nadie parecía haberse enterado.
Pero este estereotipo de país remoto no sólo es real en occidente. También funciona en la región. Se trata de un país que apenas tiene petróleo y es ignorado por sus vecinos, Egipto, Siria, IRak y Jordania. Antes dela guerra era el país más pobre de la región. A parte de un grupo terrorista que operaba desde sus refugios en las montañas, Yemen era ignorado.
La guerra actual comenzó tras un intento de transición política después de la «primavera árabe». Yemen era un país aislado, incluso de sus vecinos. El conflicto actual es increiblemente complejo y para la simplista visión occidental, no está claro quienes son los «buenos» y quienes los «malos». Se trata de un conflicto civil complicado con alianzas locales e internacionales que no parecen tener mucho sentido para los observadores exteriores.
El problema comenzó mucho antes de que la coalición liderada por Arabia Saudita comenzara a bombardear el país en marzo de 2015. El mandatario Saleh había estado luchando contra una rebelión chií Houthi desde 2004, pero se vio obligado a renunciar en 2011 en medio de una lucha de poder con los líderes de la oposición y su milicia tribal.
Su sustituto, Abd Rabbu Mansour Hadi, sigue siendo el presidente reconocido internacionalmente, pero fue expulsado por los rebeldes Houthi cuando éstos tomaron la capital en enero del año pasado, obligándole a huir a Arabia Saudita. Las alianzas entre los combatientes son frágiles y complicadas además por la cuestión tribal y religiosa: chiitas, sunnitas…
Arabia Saudí entró en el conflicto en marzo, después de acusar a Irán de apoyar a los huzíes. Formó una coalición de 10 países de confesión sunita, incluyendo todos los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, salvo Omán. Además de bombardear en apoyo a las fuerzas de Hadi, la coalición ha impuesto un bloqueo naval e incluso a enviado tropas al terreno: hay incluso combatientes colombianos enviados por los Emiratos Árabes Unidos.
Por su parte, los grupos islamistas han aprovechado este caos para ganar terreno: Al-Qaeda y el llamado Estado Islámico, acantonados en el puerto estratégico de Adén.
Ninguno de los contendientes parece estar cerca de ganar la guerra, y ninguna de las partes ha hecho el menor intento de negociar. Las conversaciones de paz lideradas por la ONU se han aplazado. Así, el conflicto parece enquistarse, y visto desde fuera, es como si siempre hubieran estado en guerra.
Los intereses creados
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia proporcionan apoyo logístico o armas a los saudíes para que combatan, pero los informes de la ONU registran ataques generalizados y sistemáticos contra objetivos civiles, en una evidente violación del derecho internacional humanitario. Por esta razón hay grupos de derechos humanos en el Reino Unido presionando a su gobierno para que deje de vender armas a Arabia Saudí (el año pasado se superaron todos los récors con unas ventas de 4.200 millones de dólares en armamento). Esto no es nada comparado con las ventas de Estados Unidos a Arabia Saudí: 21.000 millones de dólares desde septiembre de 2014.
El problema es que Arabia Saudí, eterno rival de Irán, está considerado por Estados Unidos como la fuerza estabilizadora en la región.
Los medios de comunicación, por su parte, centran su interés en los conflictos regionales más grandes: Siria e Irak, cuyo impacto en occidente es más evidente por la cuestión de los refugiados.
La Organización Mundial de la Salud ha registrado más de 6.000 muertes relacionadas con el conflicto en los últimos 11 meses. El sistema de salud de Yemen ha sido destrozado y no se pueden reparar las instalaciones por falta de material (69 instalaciones sanitarias, incluidos hospitales han sido destruidas), y 14 millones de yemeníes carecen de acceso a la asistencia sanitaria, por lo que la cifra de víctimas indirectas podría ser mucho mayor.
Reportaje elaborado por IRIN
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