Haiti I Como reconstruir lo que nunca existió
Haití I
Cómo reconstruir lo que nunca existió
Llegué a Haití hace apenas cinco días con la intención de contar en un vídeo cómo reconstruir un sistema de salud que había quedado destruido por el terremoto. Hablar de un sistema de salud, me entero ahora, es hablar de todo lo que hace posible una asistencia sanitaria desde la base -la salud en el hogar, en la comunidad, hasta llegar al centro de salud y al hospital-. Es hablar de atención primaria, de vigilancia epidemiológica, contar con que existen medicamentos, mecanismos de prevención y también del tratamiento de enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión. Llevo una semana en Haití y ahora comprendo que no se puede reconstruir un sistema de salud, que nunca ha existido.
Nuestro primer encuentro se produjo en el campamento base de la OMS/OPS. Llegamos directamente desde el aeropuerto, sorteando baches, viendo constantemente escombros, rodeados de un polvo permanente que convierte Puerto Príncipe una ciudad gris, sin contraste, sin color. Polvo y piedras, ajetreo, movimiento permanente de cosas y gente. Haití impresiona desde el primer momento que uno pisa el asfalto destruido. No sabría decir si la impresión va unida de algún sentimiento. Yo solo observo, y me asombro, iré contando por qué. |
Alojamientos precarios dos años después del terremoto Ruinas del Palacio Presidencial en Puerto Príncipe |
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El 40% de la población no tiene acceso a servicios básicos de salud. La última epidemia de cólera fue de las más importantes de los últimos siglos pero apenas hay hospitales con agua corriente y potable. En Haití, de las 7.000 muertes provocadas por el vibrión del cólera, 4.000 se produjeron dentro de las propias instituciones. Y aun así se considera un éxito, basta observar el entorno para asentir.
Quién sabe si volverá una epidemia de cólera, si llegará ahora un ciclón, si Haití resurgirá del polvo, si el gobierno será estable y cogerá las riendas, si podrán irse tanta ONG para que el país sea un país propio, si los ciudadanos y ciudadanas podrán ser finalmente responsables de su propio devenir… Eso les enseñan ahora, que no pueden acostumbrase a tanta atención.
Esa es la paradoja del terremoto de Haití, que a pesar de la situación tan dramática nunca un país ha recibido tanta ayuda y se habla de una nueva oportunidad para los haitianos.
Llegamos al campo de desplazados de Le Piste, y todas las actividades, planes de reconstrucción, todo el horizonte, se te pega a la nariz cuando llegas a este escenario donde uno entra en tensión por el mero hecho de ser testigo de esta realidad.
“Ahora esta mucho más vacío, hay unas 27.000 personas. Hemos llegado a tener más de 50.000″. Lo que nosotros vimos eran tiendas asentadas sobre barro y escombros, suciedad, miseria y peligro. Durante toda la visita estuvimos acompañados por más de ocho personas de seguridad mientras los cascos azules armados recorrían el campo. «La gente –los beneficiarios les llaman- está armada. Es una de las zonas más peligrosas de Haití», nos advierten.
Duró poco la visita y ahí quedan los 27.000 pobres que nadie sabe si algún día serán rehalojados o si su casa será ya siempre esa, la tienda rodeada de tiendas, de barro y escombros, de pistolas escondidas, de vecinos impuestos; Si su vida a partir de ahora, será la vida de una persona que sobrevivió un terremoto para convertirse en un desplazado.
Los campos de desplazados parecen el juego de Monopoli pero de las ONG. Los beneficiarios viven en la calle de la ONU, de la Cruz Roja, de Save the Children o de Samaritane Purse. O simplemente has cogido el plástico que has podido y has envuelto su frágil estructura de tienda, eso que va a ser tu casa, y puede que la de tus hijos, la de tus nietos, por los siglos de los siglos, como algo no cambie radicalmente.
Desde Leogane seguiremos contando cómo las organizaciones luchan por rehabilitar un sistema de salud que nunca existió, cómo hacen los haitianos con el dólar del país, que marca los precios a pesar de que jamás se acuño la moneda.
El equipo está compuesto además por Pilar Estébanez, presidenta de la SEMHU y Carles Tomás, director de fotografía de BCN Play