En la partida de Juan Luis Ruiz-Giménez

Se ha ido uno de los grandes. De los imprescindibles, diría yo. Desde luego, un maestro. Un alma noble o, como decía uno de nuestros poetas más universales, una persona “en el buen sentido de la palabra bueno”. Juan Luis Ruiz-Giménez ha sido una referencia permanente en todas las batallas por las causas justas que, desde la sanidad pública a la solidaridad con Cuba, pasando por la salud comunitaria y el movimiento vecinal, se han desarrollado en nuestro país en los últimos decenios. Tuve la suerte de coincidir con él en el fragor de muchas de ellas, yo siempre con aportaciones mucho más modestas y accesorias, y nunca olvidaré su fuerza, su convicción, su aliento continuo, ni su preferencia constante por asumir un segundo plano tan inmerecido como poco convincente, hasta que con el tiempo aprendí, como Rafa Cofiño, que en realidad lo suyo “no era modestia sino simple elegancia”.     

Es imposible hacer un repaso de la historia de la sanidad pública en España en los últimos 40 años si encontrar, permanente, la presencia de Juan Luis en los avances decisivos. Al terminar sus estudios de Medicina y señalando el camino que quería recorrer en la vida, comenzó a atender voluntariamente a la población más necesitada del Pozo del Tío Raimundo, en Madrid, de la mano del Padre Llanos.  

Era aquella una época gris en que la preferencia por los más humildes te granjeaba la censura y a veces, la persecución política, por lo que no tuvo más remedio que afincarse en Vigo, en cuyo Hospital ejerció como Médico Intensivista, pero como hay compromisos que no se pueden eludir y están con nosotros allá donde vayamos, se involucró activamente en la incipiente lucha del movimiento MIR, conociendo a otros profesionales con los que impulsaría, luego, el nacimiento en nuestro país de la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria. 

Puso en marcha el primer Centro de Salud de la ciudad gallega, donde fue tutor hospitalario de Médicos Residentes de esta especialidad. Más tarde, entre 1982 y 1983, se formó en Salud Pública en Cuba, impregnándose de las bases del salubrismo y la salud comunitaria, trabajando a su vuelta como asesor del equipo que gestaría la reforma de la Atención Primaria en España, en 1984, él desde el INSALUD, en colaboración con José María Carro y José Manuel Ribera. Fruto de aquél trabajo fue el Real Decreto 137/ 84 sobre Estructuras Básicas de Salud, el germen de aquella reforma y de la futura Ley General de Sanidad. Impulsó entonces desde aquél puesto que ocupaba la formación de profesionales y la elaboración de las Guías de Atención Primaria que ávidamente estudiábamos en hospitales y centros de salud.

Pasó después por Castilla-La Mancha, donde ocupó la Dirección General de Salud Pública de aquella comunidad, constituyendo un grupo de trabajo sólido y eficaz, con Gonzalo Gutiérrez Ávila y Fernando Rodero, entre otros, desarrollando el Plan Quinquenal de Centros de Salud de Castilla-La Mancha, además de otras importantes iniciativas. Pero su compromiso transformador complicó de nuevo su carrera profesional, siendo destituido en 1986 por su significación en la lucha política de la época, en especial por su compromiso con el movimiento anti-OTAN. En aquella época destaca también su decidida vocación por la Cooperación al Desarrollo internacional y su inquietud por la situación de los pueblos más oprimidos del mundo, creando la ONG SODEPAZ, arraigada en el movimiento sandinista nicaragüense y, posteriormente, la ONG SUR. 

El freno de la reforma sanitaria que marcaron las autoridades en aquellos años le lleva a trasladar la lucha a la primera línea, por lo que de 1986 a 1988 desarrollará su trabajo de Médico de Familia y Comunidades en el Centro de Salud “Gómez Acebo”, del distrito de Villaverde, en Madrid. Desde ese último año hasta que se jubiló, trabajó en Vallecas, en el Centro de Salud “Vicente Soldevilla”, donde creó una auténtica escuela de profesionales de la salud comprometidos con los problemas de la comunidad e involucrados en la inmensa batalla contra las desigualdades sociales en la salud. El movimiento vecinal y el tejido asociativo de ese distrito se revitalizaron con su presencia inagotable, hasta el punto de que será difícil que puedan superar esta pérdida, por más que quienes con él y de él aprendieron, sabrán transitar ese camino marcado.   

El compromiso con los más desfavorecidos, traducido en términos prácticos en el desarrollo de la salud comunitaria, la reforma de la atención primaria y la defensa de la sanidad pública universal y de calidad, el desarrollo de la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria,  la solidaridad internacional y la extensión del tejido asociativo, son frentes en los que su presencia ha sido inagotable y determinante en la historia reciente de nuestro país. En los últimos tiempos y ante lo que se vislumbraba y ahora se avecina, se involucró plenamente en los movimientos que luchan contra el desmantelamiento del sistema sanitario público iniciado en España en los últimos 10 años por parte de quienes, desde el poder, luchan más por sus intereses y los de sus amigos que por la salud de la gente. Para todo ello participó activamente en la Federación de Asociaciones para le Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), en el movimiento para la defensa del Hospital Severo Ochoa de Leganés y el Dr.  Montes, en los programas para la salud comunitaria del 15-M, en la Marea Blanca y, últimamente, en el movimiento Audita Sanidad, junto a Vicente Losada y Vicky Zunzunegui. Es decir que, paradojas de la vida, en sus últimos años tuvo que luchar, y lo hizo a brazo partido, para que algunos no destruyeran lo que había contribuido a crear en los comienzos de su vida profesional, y de lo que, plagado de insuficiencias por las condiciones impuestas, nunca estuvo del todo satisfecho.

Tuve la suerte de cruzarme con él en momentos diferentes de su fértil vida y compartir algunos de los proyectos que impulsó, últimamente en el Grupo del Programa de Actividades Comunitarias de Atención Primaria (PACAP) de la Sociedad Madrileña de Medicina de Familia y Comunitaria, que con tanta paciencia y sabiduría coordinaba. Siempre le admiré y siento que su lucha vital y constante y su mejor legado, los profesionales que se formaron con él en el Centro de Salud “Vicente Soldevilla”, sabrán continuar ese trabajo inconcluso. Nunca le olvidaremos, pero le tendríamos aún más presente si una calle o un Centro de Salud de Vallecas llevara su nombre. Levanto modestamente y desde aquí mi voz para esta petición que sé será unánimemente aplaudida por quienes, como yo, le conocieron y le admiran.

Que la tierra te sea leve, Juan Luis, maestro.

Manuel Díaz Olalla. Médico de Familia y Comunidad. Sociedad Española de Medicina Humanitaria

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