Manuel Díaz Olalla, médico y miembro de la Sociedad Española de Medicina Humanitaria (SEMHU)
El ciclón tropical Idai tocó tierra durante la noche del 14 al 15 de marzo de 2019 cerca de la ciudad de Beira, provincia de Sofala, en el centro de Mozambique. El ciclón también llevó lluvias torrenciales y vientos a las provincias de Sofala, Zambezia, Manica e Inhambane. La ciudad de Beira se quedó incomunicada. El impacto total del ciclón aún no se ha medido, pero según el Gobierno, a 7 de abril, el número oficial de muertos asciende a 602 personas, con más de 1.600 heridas. Se espera que el número de muertos continúe aumentando a medida que se llegue a áreas previamente aisladas por carretera y se conozca la extensión del daño. Al menos 131.600 personas se encuentran refugiadas en 136 campos de desplazados y las agencias internacionales estiman que 1,85 millones de personas necesitan ayuda humanitaria.
Si bien no se trata técnicamente de una emergencia compleja al no contar con el elemento violento en la génesis del desplazamiento de la población, los demás ingredientes necesarios para que el daño en la salud de los afectados sea grande están presentes. En especial la importante pérdida de infraestructuras de saneamiento ambiental que ha provocado el fenómeno meteorológico. En esas circunstancias la aparición de epidemias de enfermedades infecciosas, y muy especialmente las que se transmiten por vía oral-fecal, era muy probable. Mucho más en un país donde la más temida de ellas por su gran letalidad, el cólera, ya estaba presente en las comunidades afectadas, aunque de forma silente hasta ahora (endemia): no en vano el último brote de esta infección se sufrió en 2018.
La contaminación del agua y de los alimentos por una deficiente eliminación de excretas en esas difíciles circunstancias y la consiguiente proliferación de la bacteria transmisora y del número de portadores y afectados, hacían muy probable que la aparición de una epidemia fuera tan sólo cuestión de tiempo. No se ha dado aquí la misma situación que la registrada en Haití tras el terrible terremoto de 2010, en que el vibrio cholerae no existía en el país antes del impacto del seísmo y “hubo que traerlo de fuera”, de forma involuntaria, claro está, para que la fatal epidemia de cólera llegara a desatarse.
Tal y como se preveía, el 27 de marzo el Gobierno declaró oficialmente el brote de cólera y confirmó cinco casos en el Centro de Salud de Munhava en la ciudad de Beira. Las autoridades también notificaron unos 2.500 casos de diarrea acuosa aguda (TDA) en el distrito de Beira, muchos de ellos, muy probablemente, también casos de esta enfermedad.
El número de casos de cólera registrados sigue aumentando. El 7 de abril se habían reportado 3.161 casos, incluyendo 6 muertes. La campaña de vacunación oral contra el cólera comenzó el 3 de abril en esa ciudad, donde se registraron la mayoría de los casos desde el inicio del brote el 27 de marzo, después de que el día 2 llegaran a la zona las más de 884.000 dosis. Con la planificación de la respuesta preparada con suficiente tiempo se vacuna a buen ritmo, pues el día 7 de abril al menos 593,000 personas habían recibido la vacuna, un 70 por ciento del objetivo total.
Retraso a pesar de las evidencias
Es decir que se comenzó a vacunar casi una semana más tarde de que aparecieran los primeros casos de esta enfermedad pero bastante más tiempo después de que las evidencias indicaran que eso iba a ocurrir. Se ¡hubiera ganado un tiempo precioso si las vacunas se hubieran situado en la zona con suficiente antelación.
Financiado por Gavi (Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización), una asociación amplia de donantes públicos y privados de Naciones Unidas, la campaña será llevada a cabo por el Ministerio de Salud de Mozambique, con el apoyo de la OMS y otros socios, entre ellos UNICEF, la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR), Médicos Sin Fronteras. (MSF) y Save the Children. La vacuna oral que se está aplicando tiene una efectividad probada de más del 65%, se administra en dos dosis separadas por una semana, si bien después de la primera ya se alcanzan importantes niveles de inmunización entre los vacunados. Aunque, como siempre, la clave es asegurarse de que las personas puedan acceder a un tratamiento rápido, agua limpia y saneamiento, la vacuna oral contra el cólera es una medida de emergencia vital que ayudará a salvar vidas y detendrá la propagación de esta horrible enfermedad.
La coordinación de todas las agencias, entidades locales y ONG internacionales para la atención a la crisis se establece a partir del Clúster de Salud, que lidera la OMS de Mozambique para apoyar al Ministerio de Salud. Las necesidades previstas y las prioridades de atención que ha señalado para este momento y para los próximos tiempos son, además del cólera y otras diarreas agudas, las enfermedades transmitidas por vectores, incluida la malaria y el dengue, otras enfermedades epidémicas como el sarampión y la desnutrición, componente habitual, este sí, de las crisis complejas.
Como actores humanitarios, desde la SEMHU, destacamos que es nuestra obligación brindar a la población afectada por este desastre y por otras emergencias, la ayuda de calidad necesaria para salvar vidas, curar las enfermedades y aliviar el dolor. Cada crisis es una enorme enseñanza para todos y todas los que configuramos el espacio humanitario. Hemos aprendido mucho desde aquélla terrible epidemia de cólera en los campos de refugiados de Goma de cuyo origen, el terrible genocidio ruandés, conmemoramos ayer su 25 aniversario. No disponíamos entonces de las vacunas tan eficaces que tenemos ahora y, al menos durante las primeras semanas de aquél brote, tampoco había posibilidades de suministrar agua limpia a la enorme cantidad de refugiados que allí se concentraba. El trabajo era, por tanto, un frustrante camino a ninguna parte, mientras la población afectada moría ante nuestros ojos, y ante el silencio cómplice de la mayor parte de los países que se inhibieron cuando se desató la violencia, de una forma brutal. Afortunadamente hoy sabemos mucho más de estas crisis y de cómo prevenir y tratar estas enfermedades de una forma más eficaz. Por tanto, en el caso de Mozambique, el retraso en poner en marcha los mecanismos para iniciar la campaña de vacunación para una enfermedad sobre la que se tenía la certeza de que aparecía es, cuanto menos, reprochable.
Debemos mejorar, eso sí, la gestión de suministros y de equipos para que el gran reto que aún tenemos por delante, lo podamos lograr: estar preparados en cada lugar donde ocurre una emergencia para atender a las víctimas en las mejores condiciones posibles y con todos los medios disponibles.