La infancia perdida
La infancia perdida: cuando los niños son las principales víctimas de los conflictos Pilar Estébanez, médico y presidenta de la Sociedad Española de Medicina Humanitaria La población civil es la principal víctima de los conflictos bélicos actualmente. La mayor parte de los muertos y heridos en los enfrentamientos entre dos facciones son civiles, y entre ellos, los niños son quienes sufren con más dureza la violencia. También son quienes más sufren de las consecuencias de las guerras: hambre, enfermedad, violencia sexual, falta de escolarización, falta de acceso a vacunas o a los sistemas de salud…En el Día Universal del Niño, que se celebra cada 20 de noviembre, aún estamos muy lejos de garantizar que los niños, en la mayor parte de los países del mundo, disfruten de sus derechos.
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Los niños y las niñas constituyen, asimismo, el grupo más vulnerable en sucesos como los que estamos viviendo estos días, con centenares de miles de personas intentando llegar a Europa después de huir de la destrucción y la guerra que les ha expulsado de sus hogares. Centenares de niños, no sabemos cuántos, han perecido a lo largo del último año en el Mediterráneo intentando alcanzar las costas europeas. Hace unas semanas todos nos estremecimos con las durísimas imágenes de un niño, apenas un bebé, ahogado en las costas de Turquía. Su madre y su hermana también murieron. Parecía que después del impacto que causó en las conciencias de los europeos se adoptarían medidas para evitar que esa sangría continuara, pero a día de hoy los refugiados siguen jugándose la vida, entregando su suerte a los traficantes de personas, para intentar llegar al continente en el que creen encontrarán la paz y el bienestar. Europa sigue, sin embargo, sin adoptar medidas efectivas y mientras tanto centenares de miles de personas, centenares de miles de niños, aguardan el salto a Europa o se pudren en precarios campos de refugiados o vagan por las carreteras europeas buscando un lugar donde sobrevivir.
Millones de niños han perdido su infancia y su futuro. De los más de cuatro millones de refugiados sirios en el exterior, más de dos millones son niños. El impacto del conflicto en ellos es incalculable. Van a perder años de escolarización y constituyen una población pauperizada, con falta de acceso a todo tipo de recursos necesarios para su desarrollo como personas. Son infancias perdidas que se enfrentan a un futuro oscuro y deprimente. Millones de niños en Irak o Afganistán han perdido ya su infancia, y la posibilidad de educarse y formarse para el futuro. Centenares de miles han perdido a sus familias, y consituyen un ejército de niños huérfanos, vulnerables ante la explotación y el abuso.
En otras latitudes las niñas sufren la esclavitud y la explotación sexual. En Nigeria o en el Estado Islámico las niñas son secuestradas y destinadas a servir de satisfacción sexual a los combatientes. Boko Haram secuestraba niñas con esos fines y ahora parece que las envían también a inmolarse en atentados suicidas.En el pasado vimos cómo en Sierra Leona o Liberia, y antes, en Ruanda y Burundi, se utilizó a niños para cometer terribles matanzas, y posteriormente se les juzgó como a criminales, responsabilizándoles de esos actos terribles que se vieron obligados a perpetrar. Esta misma semana en el noroeste de Nigeria se ha producido un atentado en la parada de autobuses de un mercado en el que han muerto más de treinta personas y que se sospecha que ha sido cometido, probablemente, por una niña obligada por Boko Haram.
A pesar de esta enumeración de horrores contra la infancia que hemos enumerado, no hay una acción decidida por parte de la comunidad internacional para ponerles fin.
La denegación del acceso de los civiles, en particular los niños, a la ayuda humanitaria mediante el bloqueo del libre acceso o del bloqueo de la entrega de la ayuda y los ataques contra los trabajadores que prestan asistencia a los niños van en contra del Cuarto Convenio de Ginebra y sus Protocolos Adicionales y pueden constituir un crimen de lesa humanidad y un crimen de guerra. Además, el acceso a la ayuda humanitaria es un principio del derecho internacional consuetudinario. Sin embargo, no se actúa de forma efectiva para evitarlo.
Desde 1990, fecha en la que Naciones Unidas celebró la Cumbre Mundial de la Infancia, se ha tratado de llamar la atención de la comunidad internacional sobre la catastrófica situación de los niños en los conflictos armados. En 1996 Graça Machel, nombrada experta independiente por el Secretario General de la ONU, presentó un informe titulado “Repercusiones de los conflictos armados sobre los niños”, que dio lugar a la aprobación por parte de la Asamblea General de la Resolución A/RES/51/77 (1996) por la que se estableció el mandato del Representante Especial del Secretario General para la cuestión de los niños y los conflictos armados por un período de tres años. Desde entonces la Asamblea General ha prorrogado ese mandato en cinco ocasiones. Su misión es “Promover y proteger los derechos de todos los niños afectados por los conflictos armados”.
¿Cómo lleva a cabo esa misión el Representante Especial? Ejerciendo como voz moral y representante de los niños y niñas afectados por los conflictos armados.
Dejo esa frase ahí suelta porque eso es lo único que hace. Voz moral y representante.
Carece de medios materiales, no está en el terreno, no inspecciona u obliga a las partes en conflicto a cumplir con la Resolución de Naciones Unidas. No sanciona. “Propone ideas”. Propone ideas. En fin.
Mucho queda por avanzar en este sentido. Mientras tanto, cada año que pasa miles de niños mueren, son explotados, carecen del derecho a la educación, al acceso a la sanidad, son esclavizados, utilizados, asesinados, ven su presente desperdiciado y su futuro malogrado. Miles de vidas potencialmente útiles para la Humanidad desperdiciadas. Ese es el presente. Eso es lo que está pasando ahora, mientras lees estas líneas.
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