Desnutrición infantil en Sur Sudán

Día Internacional de la Asistencia Humanitaria

Día Internacional de la Asistencia Humanitaria

Más crisis humanas y menor  asistencia humanitaria
Hoy 19 de agosto, se conmemora Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, fecha en que fueron bombardeadas las Oficinas Centrales de las Naciones Unidas en Irak (19 de Agosto del 2003), y se proclamó este dia para reconocer la labor de los trabajadores humanitarios que afrontan el peligro y los riesgos para prestar ayuda y asistencia sanitaria. También sirve para rendir homenaje a millones de personas víctimas de las situaciones de conflictos y desastres naturales. En este año Naciones Unidas quiere reivindicar el Principio de Humanidad, base ética de la Acción Humanitaria y de este modo difundir el espíritu y los principios por los que se rige la Asistencia Humanitaria.

 

 

Desnutrición infantil en Sur Sudán
La Sociedad Española de Medicina Humanitaria (SEMHU) quiere recordar en este día a los trabajadores humanitarios que en este último año han perdido sus vidas  realizando tareas de asistencia humanitaria en respuesta a las crisis humanas. Según Aid Worker Security Report 2015, en 2014 se contabilizaron 190 grandes ataques contra operaciones humanitarias que afectaron a 329 trabajadores en 27 países con 120 muertes, 121 secuestros y 88 heridos de gravedad. También hay que añadir las muertes que se han producido en el contexto de la atención sanitaria, como ha sido el caso del ébola en África Occidental, que ha supuesto más víctimas mortales que por ninguna otra causa, con 500 trabajadores muertos por ébola.
Y queremos también denunciar la situación que están viviendo miles de víctimas a  consecuencia del aumento de conflictos bélicos y violencia, de la vulneración de las leyes internacionales humanitarias en estas guerras, de la imposibilidad de establecer corredores humanitarios, así como de la  falta de respuesta humanitaria en las grandes crisis, que están provocando millares de muertos y heridos y millones de personas desplazadas.
En la actualidad, los principales focos de conflictos que están generando un mayor número de víctimas de violaciones de derechos humanos, desplazados y refugiados, son Siria, Afganistán, Somalia, la República Centroafricana y Gaza.
El número de refugiados que huyen de la cruenta guerra en Siria a los países vecinos, como hemos señalado antes, ronda los cuatro millones de personas, lo que supone que nos encontramos ante la mayor crisis de refugiados en los últimos 25 años. A estas impresionantes cifras hay que sumar los más de 7,6 millones de sirios desplazados dentro de su propio país, muchos de los cuales se encuentran en lugares de difícil acceso y en circunstancias complicadas para su supervivencia diaria.
El empeoramiento de las condiciones está haciendo que aumente el número de refugiados que quiere llegar a Europa, e incluso a otros continentes, pero la mayoría de los refugiados permanece en los países vecinos. Y más de 270.000 han solicitado asilo en Europa.Sin un final a la vista para una guerra que entra en su quinto año, la crisis se está intensificando y el número de refugiados está aumentando. En apenas diez meses se ha producido un millón más de refugiados. A este ritmo ACNUR cree que a finales de 2015 el número de refugiados sirios en otros países sea de 4,27 millones de personas.
Afganistán, una situación de desastre humanitaria crónica -primero con la invasión de la URSS, después con la intervención de la Comunidad Internacional, que no ha servido para disminuir el poder de los Señores de la Guerra y últimamente la expansión del Estado Islámico-, es otro de los focos de inestabilidad y fuente de desplazados internos y refugiados en los países vecinos: Pakistán e Irán, principalmente. Afganistán es, además, paradigma del país donde las mujeres carecen de derechos, y donde pueden ser asesinadas simplemente por querer estudiar.
Somalia constituye el tercer gran hito en este ránking de «fábricas» de desplazados y refugiados. Durante más de dos décadas más de 350.000 refugiados somalíes que huyeron del grupo terrorista islámico Al Shabab, han vivido en el mayor campo de refugiados del mundo, Dadaab, situado en Kenia. El campo fue construido en 1991 inicialmente para acoger a 90.000 personas.

Gaza, una crisis permanente

La situación de los refugiados palestinos continúa siendo una crisis humana permanente, presenta un desafío particular por su duración de casi cincuenta años, el bloqueo económico drástico en la Franja de Gaza, la anexión de Jerusalén y la ocupación militar con una estrategia expansiva de asentamientos en la Ribera occidental. Todas estas acciones están condenadas por la comunidad internacional pero con pocas medidas concretas a pesar del impacto negativo sobre la seguridad a nivel regional y global.
Para un total de población de 4.550.368 habitantes (2.790.331 en la Ribera Occidental y 1.760.037 en la Franja de Gaza), dos millones de personas son refugiados registrados, de los cuales todavía 800.000 viven en campamentos de refugiados.
Según el informe de la Asamblea Mundial de la OMS de este mismo año, en 2014 se registró el mayor número de palestinos muertos y heridos a raíz de la violencia asociada a la ocupación militar desde 1967 (2.333 muertos y 15.788 heridos), debido principalmente al conflicto que se produjo en julio y agosto en la Franja de Gaza. Ese conflicto provocó el desplazamiento de medio millón de personas, de las cuales 100.000 seguían sin hogar a finales de 2014. El acceso a servicios básicos se ha visto restringido por los daños generalizados causados a la infraestructura, como hospitales, clínicas e instalaciones de abastecimiento de agua y saneamiento, y también por el muro de separación y los puestos de control, que impiden que los pacientes, el personal sanitario y las ambulancias accedan directamente a los principales hospitales de referencia palestinos ubicados en Jerusalén oriental.
A pesar de esta situación tenemos que destacar que gracias a la ayuda internacional  algunos indicadores sanitarios han mejorado, por ejemplo de las tasas de mortalidad de niños menores de un año y niños menores de cinco años han seguido  descendiendo en los últimos años.

Desplazados y refugiados

Las guerras actuales están produciendo una de las mayores crisis de desplazados y refugiados que ha conocido la humanidad: casi 60 millones de personas han tenido que dejar sus hogares debido a los conflictos, guerras y también por la violencia inusitada entre los grupos enfrentados. Como señala ACNUR en su último informe, se ha producido un incremento sin precedentes dando lugar al mayor número de desplazamientos del que se tenga registro en los últimos años. Al término de 2014, había 59,5 millones de personas desplazadas forzosamente en todo el mundo a consecuencia de la persecución, los conflictos, la violencia generalizada o las violaciones de derechos humanos. Esto supone 8,3 millones de personas más que el año anterior (51,2 millones) y el incremento anual más elevado en un solo año. Si estos 59,5 millones de personas fueran un país, estaríamos hablando de vigésimo cuarto país más habitado del mundo.
De estos casi 60 millones de desplazados por la fuerza en el mundo, 19.5 millones son refugiados (de estos, 5,1 millones serían refugiados palestinos) 38.2 millones son desplazados internos y 1.8 millones son solicitantes de asilo. Más de la mitad (el 53%) de los refugiados del mundo procede de tres países: la República Árabe Siria (3,88 millones), Afganistán (2,59 millones) y Somalia (1,11 millones).
Por otro lado, Turquía y Pakistán son los países que mayor número de refugiados han acogido, con 1,59 y 1,51 millones respectivamente. Les siguen Líbano (1,15 millones), la República Islámica de Irán (982.000), Etiopía (659.500) y Jordania (654.100).
Alrededor de 14 millones de personas se convirtieron en nuevos desplazados por los conflictos o la persecución en 2014. Entre ellos había 11 millones de nuevos desplazados dentro de las fronteras de su propio país, la cifra más alta nunca registrada. Los otros tres millones de personas eran nuevos refugiados. El número de personas obligadas a abandonar sus casas cada día debido a los conflictos y a la persecución se ha cuadruplicado en cuatro años. Durante 2014 los conflictos y la persecución obligaron a una media diaria de 42.500 personas a abandonar sus casas y buscar protección en otro lugar, dentro de las fronteras de su país o en otros países.

Desastres humanos y desigualdad

Y detrás de cada una de estas cifras está una persona sufriendo las consecuencias de estas situaciones, siendo las mujeres y niños los más vulnerables, la desequidad de género condiciona que, en algunos desastres, la mortalidad de las mujeres se incremente. Por ejemplo, tras el Tsunami de 2005, en Banda Aceh, la mayoría de las personas que desaparecieron fueron mujeres. Mujeres y menores tienen 14 veces más probabilidad de morir en un desastre que los hombres, además suponen el 80% de las personas desplazadas por crisis humanitarias, sobre todo por conflictos armados y persecuciones.
En los periodos posteriores a las crisis agudas, las mujeres están expuestas a la violencia, incluso dentro de su propia familia, debida al estrés acumulado por la falta de recursos. En su papel de sustentadoras de la familia tienen que desplazarse continuamente para conseguir alimentos, agua y combustible para cocinar, lo que las pone en situación de riesgo de violencia, tanto física como sexual. En momentos de conflicto se ha extendido la violación sistemática de mujeres y menores como arma de guerra para romper el tejido social del bando enemigo, pero en muchas ocasiones también son torturadas, mutiladas y esclavizadas sexualmente. La situación de vida en los campos de refugiados, para aquellas que sobreviven al desplazamiento, pasa por situaciones de graves deficiencias nutricionales, sufrimiento de enfermedades transmisibles, sobre todo diarreicas, respiratorias, pero también de transmisión sexual, incluido el VIH/sida y la falta de todo tipo de atención sanitaria o social. La violencia sexual hace que las mujeres sufran altas tasas de embarazos no deseados, abortos no seguros y mayor mortalidad materna, sin contar con los trastornos mentales que les provocan y el rechazo familiar y social al que se ven sometidas en muchos casos. Sin embargo como reconoce El Comité Permanente entre Organismos de Naciones Unidas (ISAC) el enfoque de género aún no ha sido suficientemente incluido y reconocido en las estrategias de la Asistencia Humanitaria y debe de tener un lugar preferente.

Europa como meta

Como una consecuencia derivada de conflictos armados y otras formas de violencia, del hambre y de la pobreza, cientos de miles de personas que se han visto forzadas a salir de sus países cruzan el Mediterráneo rumbo a las costas europeas a falta de vías más seguras y legales. Según datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), más de 170.000 llegaron a Europa por vía marítima durante el año 2014 y en torno a 3.500 murieron al intentarlo. Desde el comienzo de 2015 hasta los primeros días de agosto  se ha documentado según la Organización Internacional para las Migraciones (IOM) la muerte de  más de 2.000 adultos y niños en naufragios  evitables, demostrando que la gestión europea para la vigilancia en el mar sigue resultando insuficiente. Paralelamente, los países de acogida no garantizan a las víctimas los mínimos de dignidad que se podrían alcanzar de existir una actuación responsable y conjunta por el resto de países.
En este escenario, las vallas de Ceuta y de Melilla y el no menos oprobioso proyecto del gobierno de Hungría de construir un muro en su frontera con Serbia se dibujan como pálidas metáforas de las murallas que la Unión Europea ha venido levantando en los últimos años como núcleo de sus políticas de inmigración. Europa y sus estados se están mostrando insolventes para afrontar esta crisis humanitaria y pasan de la indiferencia, o el discurso defensivo a mezquinos regateos semánticos sobre refugiados o inmigrantes económicos, para asumir con una lentitud penosa sus tibios compromisos de asilo y reasentamiento.
El desprecio por los instrumentos de Derecho Internacional suscritos por sus Estados miembros e incluso la omisión del más elemental deber de auxilio por parte de la Unión Europea,  ha llevado a organizaciones como Médicos Sin Fronteras a desplegar una operación de patrulla y rescate en el mar y de atención básica en puertos de Italia y Grecia siguiendo el primero de los mandatos humanitarios, salvar vidas.
Ante la lenta respuesta de Europa, hay que afirmar que ya no es tiempo de negociación, delimitarse a un miope control de fronteras, ni tan solo de diplomacia: cuando miles de mujeres y hombres no encuentran más alternativa  que lanzarse al mar junto con sus hijos en desvencijadas embarcaciones, la única opción humanamente aceptable es la voluntad decidida de brindarles ayuda.

Los desastres naturales

En este último año, también algunas  comunidades y amplias poblaciones han vivido el azote de los desastres naturales, como ha sido el caso de las inundaciones de Filipinas, que produjeron un impacto enorme a pesar de una relativamente pequeña cifra de muertos: más 300.000 personas se quedaron sin hogar y los cultivos, una de las pocas fuentes de ingresos de la población, quedaron arrasados.
En este mismo año, en el mes de abril, el mundo se horrorizó por una gran tragedia: el terremoto que arrasó Nepal. Un seísmo de magnitud 7,9, dieciséis veces más fuerte que el que destruyó Haití en 2010, se llevó por delante miles de vidas y destruyó la mayor parte de las infraestructuras del país. El número de distritos afectados fue 39 de 75, murieron más de 9.000 personas y más de 600.000 casas resultaron destruidas, lo que prueba el terrible impacto que el seísmo tuvo para Nepal, hasta tal punto que no podrá recuperarse sin la decidida ayuda internacional.
Cuatro meses después las necesidades siguen siendo cruciales sobre todo en las zonas rurales con mayor dificultad de acceso. Desde la comunidad humanitaria se ha proporcionado refugio a más de 340.000 familias, distribuido alimentos a más de dos millones de personas, han reanudado casi el 95% de los centros de salud sus servicios básicos, según datos de OCHA, pero tan solo ha llegado el 50% del dinero necesario para la reconstrucción y sobre todo, cuatro meses después, el número de actores se ha reducido drásticamente, y la etapa de reconstrucción y rehabilitación, importante para tratar de disminuir la vulnerabilidad de la población y poder reiniciar una vida digna ha quedado en papel mojado.

El ébola y otras epidemias

Además de las crisis derivadas de las catástrofes naturales, los conflictos y la exclusión de millones de personas del sistema sanitario, durante el último año han destacado de forma clara las necesidades humanitarias derivadas de las epidemias de enfermedades transmisibles, muchas de ellas en relación a los tres escenarios descritos. Una de estas, la epidemia de Fiebre por Virus Ébola, ha sido, ante todo, un ejemplo de la insolidaridad, el desinterés y la falta de humanidad con que Occidente afronta estas graves crisis hasta que, eso sí, se convierten en una amenaza creíble a su propia seguridad. Es una suerte que, en la actualidad, este extraordinario brote esté a punto de extinguirse definitivamente, tras haberse  detectado 28.000 casos y casi 9.000 fallecidos, tras ser declarado como controlado en Mayo de este año por la OMS, como lo demuestra el hecho de que en la última semana epidemiológica, la que transcurre del 5 al 12 de Agosto de 2015, tan sólo se hayan diagnosticado 3 casos nuevos (2 en Guinea y 1 en Sierra Leona). Sin profundizar aquí en causas y efectos y otras circunstancias colaterales, se debe destacar el hecho de que el esfuerzo de trabajadores y organizaciones humanitarias ha contribuido de forma determinante en su control, ante la dejadez y la falta de interés de gobiernos y agencias internacionales.
Mientras persistan en el mundo millones de personas viviendo en la pobreza, mientras el olvido y el abandono sea la norma que rige las relaciones con el sur, mientras las condiciones medioambientales sigan deteriorándose y muchos niños y niñas en el mundo no tengan acceso al agua potable, al saneamiento ambiental, a los sistemas sanitarios o subsistan en condiciones de gran insalubridad, reaparecerán enfermedades transmisibles que parecían olvidadas y que han resurgido en los últimos meses de forma contundente, como el cólera, la gripe aviar, la meningitis epidémica, o el síndrome respiratorio agudo severo por coronavirus, y aparecerán algunos nuevos tal y como está pasando actualmente con la epidemia por el virus Chicungunya, y con las provocadas por los virus Hendra y Nipah.

Una perspectiva antropológica

Hasta no hace mucho, y durante más de 150 años, en emergencias complejas, como son los conflictos armados, era posible, no sin dificultad, llegar a una serie de acuerdos con las partes implicadas para que se facilitara el acceso a las zonas y personas vulnerables para ofrecer asistencia humanitaria. En la última década esto se ha convertido en algo casi imposible. La responsabilidad es compartida. Corredores humanitarios que se han utilizado como logística-inteligencia militar por parte de coaliciones occidentales o asesinatos y secuestros a cooperantes con el argumento de que son fuerzas hostiles encubiertas, son algunos de los ejemplos de cómo se ha ido alimentado la desconfianza. El resultado, los actores humanitarios se han convertido en un objetivo militar y las agencias internacionales y algunas ONG dejan de operar donde es más necesario.
El choque cultural, en tanto que enfrenta dos contextos diferentes, es inevitable. Lo que sí es evitable es utilizar las diferencias culturales como argumento para impedir la ayuda humanitaria. Una manera de superar las resistencias es revisar las actitudes de quienes tienen intención de ayudar, trabajando desde la humildad cultural, desde el respeto y la tolerancia a las discrepancias, para conseguirlo hay que supone eliminar los paternalismos y comprometerse con las poblaciones más frágiles.
Y como conclusión vayan las palabras de Antonio Guterres, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, quien ha señalado que “Estamos siendo testigos de un cambio paradigmático, una caída descontrolada hacia una era en la que la dimensión del desplazamiento forzado, así como la respuesta necesaria, eclipsa totalmente cuanto habíamos visto hasta ahora.(…) Para una era de desplazamiento masivo sin precedentes, necesitamos una respuesta humanitaria sin precedentes y un compromiso global renovado con la tolerancia y la protección de las personas que huyen de los conflictos y la persecución”.

Héctor Alonso, Alfonso Antona, Claude De Ville, Manue Díaz Olalla, Pilar Estébanez, Elena Gonzalez Cañal, Inmaculada González Castro, Alberto La Fuente, Daniel López Acuña, Mª Ángeles Rodríguez Arenas
Sociedad Española de Medicina Humanitaria

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