Pilar Estébanez

La precariedad de los sistemas de salud en África

La precariedad de los sistemas de salud en África

 

Pilar Estébanez, presidenta de la SEMHU, especialista en Salud Pública y Medicina Humanitaria
Una de las mayores dificultades a las que se enfrenta África como continente es la del escaso número de profesionales de la medicina con los que cuentan los sistemas de salud, lo que provoca una sobrecarga de trabajo y la imposibilidad, por falta de especialistas o incluso enfermeros y enfermeras, para desarrollar programas de medicina especializada o incluso primaria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que con menos de 23 trabajadores de salud (médicos, enfermeras y parteras) por cada 10.000 habitantes no se pueden cubrir las necesidades derivadas de la atención primaria de salud, una cifra que no se alcanza en la mayoría de los países africanos.

 

 

 

 

 

Pilar Estébanez

Respecto del número de médicos sólo hay nueve países africanos que tienen 1 médico o más por cada 1.000 habitantes: Egipto, dispone de tres y Libia y Seychelles de dos. Argelia, Túnez, Mauricio, Suráfrica, Marruecos y Cabo Verde tienen tan sólo 1 médico por cada 1.000 habitantes. El resto del continente no llega a esa cifra.

Por establecer una comparación con respecto de los países de nuestro entorno, Italia, Noruega o Suiza disponen de 4 médicos por cada 1.000 habitantes. Grecia sería el país europeo con una tasa más alta: dispone de 6 médicos por cada 1.000 habitantes.

Otra variable interesante para comprender las carencias de la sanidad en África sería el número de camas de hospital por cada 1.000 habitantes. Camas de hospital se entiende como camas de hospitalización en los hospitales públicos, privados, generales y especializados, así como centros de rehabilitación. En la mayoría de los casos se incluye las camas para la atención aguda y crónica. Debido a que el nivel de los servicios hospitalarios necesarios para cada país depende de varios factores – como la carga de la enfermedad – no hay un objetivo global del número de camas de hospital por país. Sin embargo, más de la mitad de los países africanos tienen 1 cama hospitalaria o menos por cada 1.000 habitantes. España cuenta con 3 camas y Alemania con 8, para hacernos una idea de lo que estamos hablando. La media europea serían 5 camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes.
Habría que tener en cuenta que en África, además, las necesidades de hospitalización serían elevadas por la mayor tasa de enfermedades infecciosas que requerirían estancia hospitalaria, como la malaria.
No se trata de un simple dato estadístico: estas carencias tienen un reflejo directo en las condiciones de vida de las poblaciones de esos países. Precisamente los países con menos médicos y camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes son los que registran las mayores tasas de mortalidad materna y mortalidad infantil. Si en España la tasa de mortalidad materna es de 6 por cada 100.000 niños nacidos vivos (una de las más bajas del mundo), en Chad esa tasa se dispara hasta 1.100. La media en África es de más de 600, diez veces la española, lo que supone una auténtica sangría de muertes cada año que serían evitables con una inversión en recursos humanos y materiales.
Un sistema de salud depende de múltiples factores para ser eficiente y eficaz: recursos humanos, recursos materiales, formación, investigación, sistemas de alerta ante epidemias, laboratorios… Si centramos la mirada en la reciente epidemia de Ébola que sufrieron Sierra Leona, Liberia y Guinea-Konakri, veremos que ese paradigma de número de profesionales por habitante o número de camas hospitalarias que ha establecido la OMS para poder hablar de «eficacia», se cumplió a la perfección. Ninguno de los tres países cumplía esos estándares mínimos, lo que provocó que el impacto de la epidemia fuera mayor. Para empeorar la situación, el impacto de la epidemia en los profesionales de la salud ha sido devastador, con centenares de muertos entre médico y enfermeras, dejando a los tres países en una situación muy débil frente a otra posible epidemia.
Creo que es el momento de que reflexionemos sobre este hecho, y sobre las necesidades de financiación y formación que estos países necesitarían para ser autónomos en cuanto a la gestión de sus sistemas de salud. Si no es así, cada cierto tiempo asistiremos a nuevos desastres humanos y será necesaria la movilización de ingentes cantidades de recursos humanos y materiales desde los países occidentales para hacerles frente. No nos cansamos de repetirlo: el objetivo de Alma-Ata de Salud para Todos está cada vez más lejos.

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