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campamento de refugiados Pueblo 5

Jordania convierte el campo de refugiados Pueblo 5 en una prisión

Jordania convierte el campo de refugiados Pueblo 5 en una prisión
IRIN
Por miedo a infiltracines de ISIS miles de refugiados son ahora prisioneros en un campo del que no pueden salir. Rana, una adolescente siria de 15 años, pasó más de cinco meses en la frontera de Jordania con Siria, sin apenas comida, agua y en alojamiento precario. Y por supuesto, sin atención médica. Finalmente consiguió llegar a Jordania. Sin embargo, desde hace 20 días está atrapada, junto con miles de compatriotas, dentro de lo que eufemísticamente se conoce como Pueblo 5, un campamento rodeado de alambradas y gestionado por la ONU a unos 80 kilómetros al este de Amman.

campamento de refugiados Pueblo 5

Campamento de refugiados Pueblo 5, Jordania

Su casa es una de las miles de instalaciones metálicas, dispuestas en cuadrículas sobre el polvoriento suelo. Como otros miles de refugiados, apenas tiene nada que hacer durante el día, excepto guardar cola -hasta tres horas para recibir pan- y tratar de escapar del calor. Ella, como los otros 12.700 sirios que viven en el campo, no puede salir. Más allá sólo hay desierto. Éste es un lugar del que nadie quiere hablar, ni siquiera ACNUR, responsable de los refugiados. Ni pueden salir, ni tampoco pueden recibir visitas de sus familiares que viven fuera del campo.

Sin embargo, Rana no se queja por su situación, comparando con la odisea que tuvo que vivir hasta llegar aquí.

Cuando comenzó la guerra en Siria en 2011, cientos de miles de personas buscaron refugio en Jordania. Al principio la mayoría fueron acogidas en el campamento Zaatari, que llegó a albergar, en 2013, a más de 150.000 refugiados. Gradualmente muchos se fueron marchando a otras ciudades del país, otros han intentado la aventura de llegar a Europa y otros han regresado a Siria. Actualmente Zaatari tieen 80.000 habitantes.

A mediados de 2013, Jordania cerró sin avisar sus fronteras occidentales, obligando a los que huían a dirigirse a otros puntos fronterizos, que fueron cerrados en abril de 2014. Miles se quedaron en tierra de nadie.

Jordania, que acoge a más de 650.000 refugiados sirios registrados, considera a los recién llegados un problema de seguridad. En enero el rey Abdullah dijo que había miembros de ISIS infiltrados entre los refugiados.

Azraq fue inaugurado en abril de 2014, planificado cuidadosamente para evitar las condiciones en las que vivían los refugiados en Zaatari. Algunos miembros de las organizaciones humanitarias lo han descrito como un campo de refugiados “de 5 estrellas”, diseñado con una estructura de pueblos para fomentar un sentido de comunidad.

Sin embargo, ya nadie puede salir de allí, exceptuando las personas con necesidades médicas especiales, o los pocos que tienen familia en algún otro lugar de las cercanías. No es un secreto la presencia de miembros de los servicios de inteligencia jordanos, detectados rápidamente por los trabajadores humanitarios y también por los refugiados.

Los recién llegados son investigados primero en la frontera y luego en un centro de distribución antes de ser enviados a Azraq. También son vigilados en el interior del campo y son frecuentes los cambios de ubicación de personas dentro del propio campo.

La semana pasada las autoridades jordanas anunciaron que 500 sirios cruzaría la frontera cada día, y que todos ellos serían enviados a Azraq a pesar de las advertencias de las agencias de ayuda de que sólo unos cuantos miles más pueden ser alojados allí.

ACNUR está planificando a toda prisa cómo acoger a todos estos miles de nuevos refugiados. Aunque el alojamiento no será un problema, el resto de servicios sí: agua, saneamiento, electricidad, atención médica… Teóricamente, el campo tiene una capacidad de 100.000 personas.

La clínica médica es sólo una tienda, pero las necesidades de salud son graves: enfermedades crónicas sin tratamiento durante largos meses en la frontera, trauma por la guerra… La clínica está equipada para responder a los problemas comunes, como problemas de salud mental grave o diarrea, pero no para dolencias más específicas, como audífonos para niños que se han quedado sordos por los bombardeos.

Servicios de educación y apoyo psicosocial también se han ido introducido gradualmente en Pueblo 5 a pesar de las fuertes restricciones al desplazamiento y a la actividad. Los voluntarios de las ONG tienen prohibido manterner algo más que conversaciones superficiales con los refugiados.

La escuela es una tienda de campaña blanca, situada al borde de una explanada pedregosa. El suelo son esteras viejas y las ventanas de plástico están sucias de arena y polvo. No hay pupitres ni sillas, pero sí bolígrafos, lápices o papel. Los niños parecen contentos, otra cosa son los adolescentes, para los que no hay medios ni recursos.

Muchos se sienten frustrados, aunque reconocen que, por lo menos, están a salvo.


Traducción: Héctor Alonso
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