Lecciones del proceso de paz de Colombia

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Colombianos celebra el anuncio del acuerdo de paz
Lecciones del proceso de paz de Colombia
IRIN
En un mundo en el que asistimos a guerras sangrientas e interminables, como las que están destrozando Siria o Sudán del Sur, parece difícil imaginar una salida pacífica. Pero el hecho de que una de las luchas armadas de más larga duración del mundo esté llegando a su fin ofrece un rayo de esperanza e incluso algunas lecciones para resolver otros conflictos aparentemente irresolubles. El 23 de junio, mientras que la atención de los europeos estaba centrada en el Brexit, el gobierno de Colombia y los líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron un acuerdo de alto el fuego permanente para poner fin a más de 50 años de conflicto armado.

 

Colombianos celebra el anuncio del acuerdo de paz
Celebración del acuerdo de paz en Bogotá

Había una razón para no prestar demasiada atención al acuerdo: desde que comenzaron los enfrentamientos en la década de 1960 entre las fuerzas gubernamentales y los grupos guerrilleros de izquierda (con mucho, el más importante de los cuales fue FARC), diversos altos el fuego han sido firmados y rotos, y varias rondas de negociaciones de paz han fracasado.

Pero los observadores están de acuerdo en que este alto el fuego y un acuerdo final de paz que se firmará en los próximos días o semanas, es diferente. Viene con una hoja de ruta detallada para desmovilización y entrega de las armas de 7.000 combatientes en los próximos seis meses. Ambas partes han indicado que, sea cual sea el resultado de un referéndum destinado a asegurar la aprobación pública del acuerdo, no habrá retorno a la guerra. También hay un consenso en que las lagunas y detalles del acuerdo se abordarán en la mesa de negociación, en vez de con las armas. Ambas partes han aprendido las lecciones de los fracasos anteriores y han acordado un nuevo enfoque, que empezó a aplicarse cuando las negociaciones comenzaron hace cuatro años.

Condiciones adecuadas

Bajo la dirección del ex presidente Alvaro Uribe, las fuerzas gubernamentales lograron controlar grandes áreas del país que había estado bajo control de las FARC durante la última década, aunque sin lograr derrotar totalmente a la guerrilla. Los principales líderes de las FARC murieron durante la ofensiva de Uribe, que comenzó en 2004, y se hizo evidente que las FARC no podrían lograr sus objetivos militarmente, sino sólo a través de la participación política.

La elección de un nuevo presidente en 2010, Juan Manuel Santos, dio un nuevo impulso al proceso.

Las dos partes comenzaron a celebrar conversaciones preliminares en 2011. Inicialmente, el contenido de las conversaciones era confidencial, a diferencia de las que tuvieron lugar a finales de 1990, las cuales, de acuerdo con Mariano Aguirre, director del Centro de Recursos de Consolidación de la Paz de Noruega (NOREF), «eran casi un espectáculo, con filtraciones a los medios de comunicación que contribuyeron a crear un ambiente muy tóxico. Esta vez, el gobierno y las FARC optaron por ser discretos y prudentes».

También se marcaron objetivos realistas en las rondas previas de conversaciones, con el objetivo primordial de alcanzar la paz, dejando al margen otras consideraciones.

En un informe publicado por NOREF, Kristian Herbolzheimer describe esta agenda limitada como una de las principales innovaciones del proceso que se inició formalmente en La Habana en 2012. Se acordó que sólo después de que se había firmado un acuerdo de paz final empezarían las negociaciones sobre la transformación social que involucrará a todos los sectores de la sociedad colombiana.

Mientras tanto, las negociaciones en La Habana se centraron en cinco temas: desarrollo rural, la participación política, los cultivos ilegales y el tráfico de drogas, la justicia para las víctimas, y poner fin al conflicto.

El apoyo internacional

Aunque Colombia ha retenido el control del proceso de paz y no ha hecho uso de mediadores externos, Noruega y Cuba sirvieron como «países garantes», mientras que Chile y Venezuela jugaron el papel de los observadores. Los cuatro países fueron claves en la resolución de disputas que surgieron durante las negociaciones, la construcción de confianza entre las dos partes y la solución de problemas logísticos, según explica en un artículo el profesor de la London School of Economics, Andrés Maldonado Ucros de la London School of Economics. Mientras que Cuba fue sede de las conversaciones, Noruega proporcionó apoyo económico. Los expertos de otros países con experiencia en la resolución de conflictos ofrecieron asesoramiento.

Mientras tanto, los Estados Unidos, que tiene una larga historia de participación en el conflicto interno de Colombia y que considera a las FARC como una organización terrorista, se mantuvo en gran parte fuera del proceso de paz. Un acierto, según Aguirre, quien considera que «el papel de la comunidad internacional ha sido muy importante» y que seguirá siendo vital durante el largo proceso de transformación que seguirá a un acuerdo final de paz. «Colombia va a necesitar dinero, apoyo técnico y la experiencia de otros países», dijo.

Dando voz a las víctimas

Tal vez la innovación más importante para salir de proceso de paz de Colombia ha sido la inclusión de las víctimas. Se invitó a las delegaciones de las víctimas de ambos lados del conflicto a La Habana para relatar sus experiencias.

«Fue muy impactante para las dos partes», dijo Aguirre. «Hablaron de terribles masacres, crímenes, violaciones, desplazamientos». Además, a diferencia de otros conflictos en los que las víctimas intervinieron después de alcanzar la paz, en esta ocasión lo hicieron durante las negociaciones.

Un informe elaborado en 2013 por el Centro Nacional para la Memoria Histórica, encontró que el 80 por ciento de las 220.000 personas que habían sido asesinadas durante el conflicto de décadas de duración, eran civiles. Ocho millones de personas habían sido víctimas de una u otra forma, el 15 por ciento de la población colombiana.

Se ha acordado también, que no habrá amnistía para los culplables de delitos relacionados con el conflicto, aunque si cooperan y admiten sus crímenes, se beneficiarán de la reducción de penas o tendrán penas alternativas, como ayudar con las operaciones de desminado o trabajar en proyectos comunitarios que beneficien a las víctimas.

El largo camino por recorrer

Muchos colombianos siguen desconfiando del proceso de paz y no aceptan la idea de aceptar que los líderes de las FARC puedan participar en la política colombiana. El ex presidente Uribe defiende el «no» durante la campaña sobre el referéndum. «Grandes sectores de la sociedad colombiana todavía odian las FARC», dice Aguirre.

Una vez que se firme el acuerdo final de paz, el gobierno tendrá dos meses para celebrar un referéndum o «plebiscito» que dará a los colombianos la oportunidad de votar sobre si están o no están a favor del acuerdo.

El resultado no está garantizado, pero durante los cuatro años de negociaciones, «el país ha cambiado», dijo Aguirre. «El camino a la paz ya ha comenzado.»

Si gana el «no» podría forzar a las dos partes a volver a la mesa de negociación, pero la vuelta a las armas es poco probable.

Existe preocupación por otro grupo guerrillero más pequeño, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que no ha participado en el proceso de paz y todavía podría representar una amenaza a la seguridad ocupando zonas tradicionalmente bajo la autoridad de las FARC.

A más largo plazo, es la puesta en práctica del acuerdo de paz lo que va a suponer una verdadera prueba, sobre todo en las partes del país donde las FARC ha sido durante mucho tiempo la autoridad y el Estado tiene poco control. «Los ayuntamientos tendrán una gran responsabilidad, pero necesitarán un mandato del Estado», dijo Aguirre.

A pesar de los muchos desafíos que quedan por delante, muchos creen que el ejemplo de Colombia ofrece esperanza «a un mundo lleno de problemas» demostrando que incluso uno de los conflictos más antiguos y más violentos del mundo pueden terminar en paz.


Traducción: Héctor Alonso


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