Debate: El mito y la mística del espacio humanitario

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Debate: El mito y la mística del espacio humanitario

El fenómeno de la «reducción del espacio humanitario» es seriamente discutido por los trabajadores humanitarios. La queja que se escucha a menudo es que la neutralidad y la independencia están cada vez más comprometidas por la acción de los países donantes, las fuerzas de paz y las partes en conflicto, que tratan de atraer para sí a las organizaciones humanitarias. En ocasiones los trabajadores humanitarios serían vistos como “parciales” en un conflicto, lo que sería causa de ataques contra ellos.

Dos investigadores del Overseas Development Institute (ODI) de Londres, Sarah Collinson y Elhawary Samir, han entrado en el debate, desafiando la idea de «espacio humanitario», como es definido por las agencias, y poniendo en evidencia la falta de perspectiva histórica de aquellos que creen que hubo alguna vez una “edad de oro humanitaria”, en la que se respetaba la neutralidad y las agencias podían trabajar en zonas de conflicto exentas de consideraciones políticas.

En su artículo El espacio humanitario: una revisión de las tendencias y problemas, Collinson y Samir no niegan que el número total de ataques contra trabajadores humanitarios se haya incrementado. Sin embargo, sostienen que el número de trabajadores de ayuda humanitaria, y la escala de sus operaciones también han aumentado masivamente en los últimos años. En este momento hay sobre el terreno más de 200.000 trabajadores humanitarios, entre personal de Naciones Unidas y de organizaciones no gubernamentales internacionales, y no está tan claro que ahora sufran más riesgos que sus predecesores, mucho menos numerosos.

Las organizaciones creen ahora que lo normal es poder trabajar en una zona en conflicto y que se respete su trabajo y su neutralidad, pero eso no siempre ha sido así. En la década de 1950 y 60, el respeto a la soberanía nacional mantuvo a las agencias de la ONU fuera de los países afectados por la guerra, y ACNUR, que trabaja con refugiados, sólo actuaba sobre las poblaciones que ya habían huido de su país. En la década de 1970, las nuevas ONG, más idealistas, desafiaban a los gobiernos soberanos y trabajaron con los grupos rebeldes para ayudar a los oprimidos.

En la década de 1990 los esfuerzos internacionales de paz se volvieron más intervencionistas, pero, según los autores del estudio, «muchas agencias de ayuda aceptaron la necesidad de «coherencia» entre las agendas humanitarias y diplomáticas y de seguridad. «Fue sólo después de los ataques del 11-S en EE.UU. cuando las organizaciones empezaron a preocuparse por ser utilizadas en un contexto mucho más explícito de la guerra global contra el terror.  

«El espacio humanitario se entiende generalmente como un espacio separado de la política», dicen los autores, que creen que para revertir la politización tenemos que volver a un modelo claro, sólido y previsible. Es decir, garantizar el acceso al margen de la política y en defensa de esos principios. Sin embargo, todo el acceso se basa fundamentalmente en el compromiso político y los resultados de la interacción de una serie de intereses de los actores y las acciones.

Los autores también critican la forma en que los principales organismos internacionales entienden el «espacio humanitario», cuando de lo que realmente están hablando es de su propio espacio humanitario, es decir, el de las Naciones Unidas y las grandes ONG, que puede funcionar como quieran, sin tener en cuenta el hecho de que la situación puede ser muy diferente para otros actores que realizan un trabajo humanitario, o para la población local en situación de riesgo.

Traducido por ActualidadHumanitaria.com
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