Las vidas de cientos de miles de personas, quizás millones, están en grave riesgo por la crisis provocada por la sequía y los daños sufridos en estaciones depuradoras y de bombeo en Irak y el noroeste de Siria. Muchas familias han perdido ya las cosechas, lo que significa perder ingresos y alimentos. Además están aumentando las enfermedades transmitidas por agua contaminada o no depurada.
Héctor Alonso
La ONU y ONG como Save the Children han advertido de esta situación. El río Éufrates, vital para la supervivencia de millones de personas, tiene un caudal muy bajo a su paso por Irak, y menor aún a su llegada a Siria. Los ríos Tigris y Dyala han perdido todo su caudal debido al intenso calor y la falta de precipitaciones en los últimos años.
El subdirector de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU, Martin Griffiths, ya advirtió en junio del grave problema que se estaba viviendo en la zona irrigada por el río Éufrates, con casi la mitad de las estaciones de bombeo sin operar por falta de caudal, lo que afectaba directamente a más de cinco millones de personas que no tienen agua potable o para regar los cultivos. Incluso los hospitales están teniendo escasez de suministro.
En Siria la falta de agua se suma al mal funcionamiento de las estaciones de bombeo, debido al abandono o a los daños sufridos durante diez años de guerra civil. La de Alouk, que proporciona agua a millones de personas ha estado 89 días parada y otros 142 días funcionando a la mitad de su capacidad habitual, lo que ha dejado a ciudades como Hasanek, una de las más grandes de Siria, sin agua durante dos meses en buena parte de las casas.
Las ONG que trabajan en la región han tratado de paliar esta escasez de agua, pero han pedido más financiación para poder seguir trabajando y atendiendo a la población y a los miles de desplazados en los campamentos del noroeste del país. Sin agua tampoco hay trigo, uno de los alimentos básicos, y los campesinos no tienen otros medios de vida.
Enfermedades
No hay agua para beber, pero tampoco para lavarse, lo que está provocando enfermedades en muchos niños, especialmente los que viven en campamentos de desplazados. También dificulta mucho las medidas de prevención contra la COVID-19 en una zona donde apenas se está vacunando a la población y donde no hay recursos médicos, test, medicamentos y oxígeno para tratar a los enfermos.
Desde abril se han registrado más de 56.000 casos de diarrea aguda en el noreste de Siria y más de 17.000 casos de leishmaniasis, una enfermedad parasitaria que es más común en verano y que este año está provocando más casos de lo habitual.
Según Save the Children esta situación está relacionada con el cambio climático: este verano, y los anteriores, se han registrado temperaturas más altas y durante más tiempo de lo habitual, y las lluvias son cada vez más escasas. Actualmente hay más de 50 millones de niños desplazados por el cambio climático en todo el mundo.
Estrés hídrico
La región de Oriente Medio y África del Norte es el área del mundo con mayor escasez de agua y donde se concentran once de los diecisiete países con mayor estrés hídrico. Casi nueve de cada diez niños de la región viven en áreas de estrés hídrico alto o extremadamente alto, con graves consecuencias para su salud, nutrición, desarrollo cognitivo y medios de vida futuros, según UNICEF. Muchos tienen que dejar la escuela y buscar trabajo para poder ayudar a sus familias.