Sudán del Sur, los retos de una nueva nación |
Jóvenes celebran el nacimiento del nuevo país. Foto: Jose Miguel Calatayud/IRIN |
…aunque el nuevo país no parte de cero, ya que durante los últimos seis años el Gobierno de Sudán del Sur ha gozado de una considerable autonomía, con una asamblea electa, un gobierno y un sistema judicial propio. Sin embargo, aún quedan aspectos que concretar.
Las relaciones con el norte
Estará marcadas por un recurso que es esencial para el futuro de ambos Estados: el petróleo, cuyo reparto está siendo aún negociado. Si bien el Sur dispone de la mayor parte de las reservas, el oleoducto transporta el petróleo desde el Sur hacia el Norte, desde donde se le da salida al mercado internacional. Aunque el Sur ha amenazado con construir su propio oleoducto, se tardaría años en llevar ese proyecto adelante, por lo que ambos países deben entenderse en este tema.
Otro problema lo constituyen los más de 100.000 refugiados desplazados tras la ocupación, por el Norte, de la región de Abyei el pasado mes de mayo. También los bombardeos en la región fronteriza y rica en petróleo de Kordofan. Ambas partes se acusan, además, de apoyar y financiar a grupos rebeldes en la zona contraria.
Instituciones
En la capital del Sur, Juba, se han construido edificios para albergar a las nuevas instituciones de Gobierno. Sin embargo el problema es que no existen funcionarios o carecen de conocimientos básicos. También hay acusaciones de corrupción por parte de los partidos opositores al Gobierno del Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM). El Gobierno también ha sido acusado de repetir vicios del gobierno de Sudán cuando éste era aún un sólo Estado, como la falta de libertad de prensa, la represión de los opositores o las tendencias autocráticas del presidente. Por otra parte, la Constitución en la que se basará el nuevo Estado aún está en proceso de redacción.
Las necesidades humanitarias
Sur de Sudán tiene algunos de los peores indicadores de salud y desarrollo en el mundo, y además la situación se complica por el continuado flujo de refugiados procedentes del Norte, 310.000 desde octubre de 2010. La seguridad alimentaria también dista mucho de ser la ideal: el Programa Mundial de Alimentos ayudó durante el año pasado a más de la mitad de la población, unos cuatro millones de personas.