Mallika Aryal, IRIN
Sabita Danwar estaba lavando los platos en el hotel de Katmandú donde trabaja cuando el terremoto sacudió Nepal el pasado 25 de abril. Su primer pensamiento fue para sus dos hijos, al otro lado de la ciudad. Después intentó llamar a su marido, mucho más lejos, en Dubai. Después de varias horas deambulando por las calles llenas de supervivientes presos del pánico logró encontrar a sus hijos, pero cuando trató de llamar a su marido para decirle que estaban todos con vida, fue imposible: las líneas telefónicas estaban saturadas.
Las mujeres hacen el trabajo de los hombres
En el distrito de esta mujer han muerto más de 2.500 personas y el 90 por ciento de las casas han resultado destruidas. Ahora se apiñan bajo una lona naranja, con sus sueños destrozados, al igual que decenas de miles de nepalíes.
Una ONG local (POURAKHI) advierte de que estas mujeres, cuyos maridos trabajan en el extranjero, son vulnerables a los abusos, la enfermedad y el abandono, pues no tienen apoyo moral o emocional.
Más de 2,2 millones de nepalíes trabajan en el extranjero, la gran mayoría de ellos hombres. Sus remesas supusieron 4.000 millones dólares el año pasado, lo que representa más del 20 por ciento del PIB de Nepal (el Banco Mundial cree que la cifra es incluso superior, en torno a 5.900 millones de dólares, lo que supone el 29 por ciento del PIB).
Cargar con la deuda
Para ayudar a estas mujeres se han planteado diversas opciones, como que se reduzcan o se eliminen los gastos de las transferencias que los maridos hacen desde el extranjero. Western Union ya ha anunciado que renunciará a las comisiones por transacciones de dinero enviado a Nepal.
Los bancos de Nepal no conceden préstamos a las personas que no disponen de garantías, por lo que muchas de estas personas tienen que acceder a préstamos fuera del circito oficial, donde se pagan tasas de interés de hasta el 35 por ciento. Si el Gobierno no toma medidas, en el sentido de reducir esos intereses, mucha gente no podrá hacer frente a su deuda.
Discriminación de género
Sin sus maridos, las esposas de los trabajadores emigrantes están en clara desventaja. A la hora del almuerzo en un campamento improvisado en Katmandú, los supervivientes hacen cola para recibir la comida: primero los hombres, después los niños y por último las mujeres, que muchas veces reciben sólo las sobras. Además, las mujeres se ven en clara desventaja a la hora del reparto de, por ejemplo, los sacos de arroz. Las mujeres no pueden levantarlos y llevárselos, como hacen los hombres, por lo que a veces se van con las manos vacías.
A pesar de las dificultades para sobrevivir Danwar no quiere que su marido abandone su trabajo en Dubai y regrese para ayudarla. Sin sus ingresos no podrían hacer frente al pago de sus deudas. “¿Qué sería de nosotros entonces?”
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