Los conflictos entre Armenia y Azerbaiyán y entre Rusia y Ucrania desestabilizan zonas cercanas a Europa y desplazan a miles de personas
Héctor Alonso
En estos momentos se están desarrollando dos conflictos bélicos a las puertas de Europa que apenas merecen la atención de los medios: Armenia y Azerbaiyán mantienen un alto el fuego frágil y forzado por la mediación de Rusia que podría romperse en cualquier momento. El otro conflicto es el que lleva desarrollándose desde hace siete años entre Rusia y Ucrania, y que comenzó cuando Rusia se anexionó la península de Crimea. Para complicar la situación en Ucrania se autoproclamaron las repúblicas de Donetsk y Lugansk, separatistas pro Rusia, y cuyo control ha costado ya miles de muertos. Ambos conflictos, además de los muertos y daños a infraestructuras, han provocado el desplazamiento de decenas de miles de personas.
Armenia y Azerbaiyán
El pasado 9 de noviembre se produjeron enfrentamientos fronterizos entre las tropas de Armenia y Azerbaiyán, que causaron un muerto y se saldaron con la captura de una docena de militares armenios por el ejército azerbaiyano. El origen de este conflicto es el control del territorio de Nagorno-Karabaj y cuya disputa en noviembre de 2020 provocó un enfrentamiento bélico que duró 44 días y costó la vida de más de 6.600 personas. Esta disputa territorial ha provocado ya varios enfrentamientos bélicos entre ambos países.
Para entender lo que está pasando en esa zona hay que remontarse a 1988, todavía en tiempos de la URSS, cuando los armenios que vivían en Karabaj exigieron que la región dejara de formar parte de Azerbaiyán y pasara a formar parte de la Armenia aún soviética. Dos años más tarde la disputa acabó por convertirse en una guerra a gran escala que finalizó en 1994 tras un acuerdo de paz que favorecía a los armenios, en opinión de los azerbayanos.
En 2016 se iniciaron de nuevo las hostilidades, en la llamada «Guerra de los cuatro días», que enfrentó al Ejército de Defensa del Alto Karabaj, apoyado por el ejército de Armenia, contra el ejército de Azerbaiyán. Murieron, según cifras oficiales, 350 personas, aunque algunas fuentes elevan o reducen la cifra. Según Azerbaiyán, ellos salieron victoriosos porque recuperaron 2.000 hectáreas de territorio. Por el contrario, los armenios reconocieron haber perdido apenas 800 hectáreas sin valor estratégico. En cualquier caso, fueron muchos los muertos para un enfrentamiento que apenas supuso mínimos cambios en los mapas de la región. El 5 de abril se proclamó un alto el fuego bilateral para poder recuperar los cadáveres de los muertos por la artillería de ambos bandos.
Cuatro años más tarde, en 2020, comenzaron de nuevo los combates que esta vez se saldaron con más de 6.000 muertes, muchos de ellos civiles, por los bombardeos contra la población. Hace un par de semanas volvió a romperse la tregua con choques fronterizos que, de momento, se han calmado, pero dado que Azerbaiyán se considera perdedora de los distintos acuerdos de paz que se han ido firmando a lo largo de esta disputa, la situación se considera muy frágil y en cualquier momento podrían volver a iniciarse las hostilidades.
Ucrania y Rusia
El pasado 17 de noviembre los analistas alertaron del movimiento de tropas rusas en la frontera con Ucrania, país con el que Rusia está técnicamente en guerra desde la anexión de Crimea en 2014. Ucrania ha denunciado que a lo largo de la frontera se han estacionado más de 114.000 soldados rusos en lo que podría ser, según el gobierno ucraniano, la preparación de una invasión terrestre del país.
Crimea fue ocupada por Rusia en 2014, y el Parlamento de Crimea aprobó ingresar en la Federación Rusa, ratificado por votación popular, medida seguida por la ciudad Sebastopol. La ONU, sin embargo, no ha reconocido ni la independencia ni la unión de Crimea y Sebastopol a la federación rusa, según la Resolución Integridad Territorial de Ucrania, votada el 27 de marzo de 2014 y apoyada por cien países. Solo once votaron en contra, uno de ellos Rusia, obviamente.
Desde 2014 se han producido en la región más de 14.000 muertos y decenas de miles de desplazados, aunque la firma de la paz del pasado año rebajó teóricamente la tensión. Los enfrentamientos se han producido entre los separatistas pro rusos de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, que el gobierno ucraniano considera gobernadas por terroristas u ocupadas por los rusos y que considera territorios propios a los que no está dispuesto a renunciar. Dos tercios del territorio de Donetsk está bajo control del ejército ucraniano. El resto, bajo control de la autoproclamada República de Donetsk.
Lugansk es la región perteneciente a la ciudad del mismo nombre, habitada por cerca de medio millón de personas cuyo idioma es, mayoritariamente, el ruso. Está controlada desde 2014 por una república (República Popular de Lugansk) no reconocida internacionalmente y cuya población, mayoritariamente, quiere unirse a Rusia según un referendum -más del 80 por ciento votaron por la independencia de Ucrania-. Dicho referendum no fue reconocido por Ucrania, que considera ese territorio como «ocupado» por Rusia.
Mientras tanto estos conflictos han desangrado a Ucrania, que ha visto cómo su economía se ha ido hundiendo. En la península de Crimea, además de su alto valor estratégico, se encuentran importantísimos yacimientos de gas que ahora están bajo control de Rusia.
Y Bielorrusia
Como colofón habría que hablar del conflicto que se está viviendo en estos momentos en la misma frontera de la Unión Europea, con las tensiones migratorias entre Polonia y Bielorrusia y que Polonia considera «el mayor intento de desestabilización de la UE en los últimos 30 años». Polonia acusa a Bielorrusia de intentar forzar la entrada en su territorio de miles de refugiados que ahora permanecen cerca de la frontera entre ambos países. Bielorrusia ha pedido a la Unión Europea que acoja a 2.000 de ellos y a cambio devolverá al resto (unos 5.000) a sus países de origen: Irak, Siria, Afganistán…
Uno de los escollos es que la Unión Europea no reconoce al líder de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, cuya elección se consideró fraudulenta por la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa). Y otro asunto es la amenaza latente sobre el gasoducto ruso que atraviesa Bielorrusia y que suministra a parte de Europa, y que Lukashenko ha intentado usar como baza para presionar a la Unión Europea.