Opinion Ébola
Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (3 de diciembre de 2014), se habían contabilizado a esa fecha 17.111 casos en los tres países, con 6.055 muertes confirmadas. La tasa media de mortalidad es del 35%, aunque varía desde el 61% de Guinea al 41% de Liberia o al 22% de Sierra Leona. Lo que se desconoce son las tasas de morbi- mortalidad por otras enfermedades endémicas en la zona, como la malaria o la fiebre amarilla, porque se ha comprobado que muchas personas, ante el temor de ser estigmatizados como portadores del virus ébola no acuden a los centros médicos u hospitales cuando tienen síntomas de alguna enfermedad. Tampoco está claro por qué la mortalidad varía tanto entre los países (la mortalidad en Guinea casi triplica a la de Sierra Leona). También se ha apreciado en las últimas semanas una disminución del ritmo de contagios en Liberia, que permitía albergar esperanzas, pero que ha quedado contrarrestada con el aumento de las tasas de infecciones en Sierra Leona.
Si nos referimos al impacto del ébola en la sociedad, éste será tremendo: según el informe de Naciones Unidas la economía de ninguno de los tres países ha crecido en 2014 ni crecerá en 2015 y probablemente se retraiga de manera significativa. Más allá de las cifras macroeconómicas, el significado de este hecho es que los tres países serán aún más pobres de lo que eran, más frágiles y menos capacitados para cubrir las necesidades de sus ciudadanos. Por ejemplo, dispondrán de menos fondos para un sistema sanitario ya deteriorado, lo que repercutirá en un aumento de la mortalidad materno-infantil. Las familias dispondrán de menos dinero, ya que han consumido sus ahorros o han perdido familiares que se ocupaban del mantenimiento familiar -el ébola ha afectado sobre todo a población joven en edad de trabajar-. Los precios de los alimentos han sufrido fuertes subidas, ya que los recursos económicos principales de las familias procedían de la actividad agrícola y ésta se ha visto muy afectada por el abandono de las cosechas, el cierre de carreteras y mercados y las medidas destinadas a controlar la epidemia restringiendo los movimientos de la población.
El sistema educativo ha quedado gravemente alterado con el cierre de escuelas. El sistema sanitario ha quedado devastado con la pérdida de centenares de vidas entre el personal médico y de enfermería y el gasto de los escasos recursos económicos destinados casi exclusivamente en la lucha contra la enfermedad, abandonando todo tipo de programas de prevención y control de otras enfermedades.
Por otra parte, los ingresos de los Estados por vía impositiva se han visto mermados, y ha aumentado el gasto por la importación de alimentos a que ha obligado el abandono de las cosechas. Todo ello repercutirá directamente en el presupuesto destinado a la sanidad, con lo que ésta empeorará aún más.
En definitiva, la situación que dejará el ébola en los tres países será de tierra quemada.
Ahora cabe preguntarnos qué está haciendo la Comunidad Internacional para evitar el hundimiento definitivo de esos tres países. La respuesta es concisa: no lo suficiente. Se podría añadir que todo lo que se está haciendo llega con retraso y con cicatería: apenas se ha logrado el 30% de la financiación solicitada, que no ha dado para cubrir ni siquiera un tercio de las camas necesarias para atender a los enfermos.
Y la responsabilidad de occidente está clara en lo que está pasando y tiene mucho que ver con lo que pasará: desde que Liberia y Sierra Leona salieron de los conflictos armados que los desangraron y les llevaron a ocupar los últimos lugares del mundo en cualquier lista que se nos ocurra, la indiferencia del mundo hacia ellos ha sido trágica. Para obtener financiación internacional el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional les hizo cumplir condiciones que sólo servirían para mejorar su solvencia internacional, es decir, invertir y endeudarse en sectores con poco impacto en el bienestar de su población, en lugar de hacerlo en el fortalecimiento de las estructuras que les hubieran situado en una posición mejor para defenderse ante una epidemia como el ébola. Hablando claramente: el ébola ha atacado tierra abonada para la catástrofe humana. Y eso es lo que está pasando.
Desde hace años -desde 2005- venimos pidiendo a las instituciones españolas e internacionales que se apoye la capacitación de los países vulnerables ante los riesgos sanitarios internacionales (RSI) precisamente para poder hacer frente desde los primeros casos a situaciones como las que ha provocado el ébola, sin respuesta. «No es una prioridad», se nos dijo. Quizás lo que está pasando ahora sirva como lección aprendida. Quizás acabe sirviendo para algo, a un coste excesivo que pagarán, como siempre, los más vulnerables.
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