La sangre de los otros

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If you prick us, do we not bleed? If you tickle us, do we not laugh? If you poison us, do we not die?  (Si nos pinchan ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenan, ¿no morimos?. Shylock, El mercader de Venecia. W. Shakespeare).

Héctor AlonsoHéctor Alonso

Ni “je suis somalien” ni “pray for Somalia”. La noticia del terrorífico atentado con un camión bomba que destruyó hace unos días la zona comercial de Mogadiscio, capital de Somalia, y mató a más de 300 personas, apenas ha merecido un pequeño espacio en los informativos de televisión y en los periódicos españoles. Nadie, al menos que yo haya visto, ha puesto la bandera de Somalia en su perfil de twitter o facebook para rendir homenaje a los muertos y heridos.

En lo que va de año hay cuatro países no europeos que han contado ya 2.635 muertos por atentados: Afganistán, Irak, Siria y Somalia. El número de asesinados por el terrorismo en países no occidentales en 2017 supera ya los 5.000. En países occidentales han sido asesinados en acciones terroristas menos de 150 personas durante el mismo período.

A pesar de la brutalidad del atentado de Mogadiscio, donde aún hay desaparecidos y se han contado más de 400 heridos y que dejó la zona de la ciudad conocida como K-5 (kilómetro 5) arrasada como si hubiera caído una bomba nuclear, apenas nadie se ha enterado. Debería interesarnos, tan preocupados como estamos en Europa por el terrorismo islamista, como parece ser el caso (se sospecha de Al-Shabbaab, una organización hermana de Al Qaeda).

Sin embargo, reconozcámoslo, sus muertos no son nuestros muertos y su sangre no es nuestra sangre.

El hecho de que mueran 300 somalíes pesa menos, desde el punto de vista informativo y sentimental, que un ataque con cuchillo en alguna ciudad europea, incluso a pesar de que los autores de ambos crímenes busquen lo mismo y probablemente reciban la misma financiación.

El atentado de Mogadiscio mató a familias enteras que estaban haciendo sus compras, transeúntes, dueños de pequeñas tiendas, oficinistas, empleados y clientes del Hotel Safari, que quedó completamente destruido. Una segunda bomba -de este atentado apenas hay noticias- estalló el mismo día en otro mercado de la capital matando al menos a otras dos personas.

Cuando se afirma que las organizaciones terroristas islámicas están en guerra con Europa, con occidente, deberíamos tener presente que la mayoría de los muertos de esta guerra no son europeos, ni occidentales. Ni siquiera son cristianos. Son, en su inmensa mayoría, musulmanes: los nueve países con más muertos por atentados en 2017 suman un total de 3.669 muertos y 4.851 heridos. Cuentan, sin embargo, con muy poca atención, con casi un nulo interés y con nada de apoyo o solidaridad. Ya digo, parece que sus muertos no son los nuestros.

@hdelosrios2

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