La pobreza obliga a los niños refugiados sirios a trabajar

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Cuando Mounir, de 13 años, huyó de Siria al Líbano con su familia después de sobrevivir a un ataque con cohetes que casi los mata, pensó que estaría a salvo. Sin embargo el cambio de país ha cambiado también una forma de peligro por otra: el acoso sexual y el maltrato. Su padre no puede trabajar por razones de salud, así que Mounir tiene que trabajar para mantener a su familia, primero vendiendo dulces en Trípoli en largas jornadas que duraban hasta las 11 de la noche. Ganaba aproximadamente ocho dólares diarios.

Mounir (no es su nombre real) dice que percibía la hostilidad en las calles. Insultos como “perro sirio” eran habituales. Se sentía humillado constantemente.

Las organizaciones humanitarias aseguran que cada vez son más los niños que, como Mounir, tienen que trabajar a medida que la pobreza se intensifica entre el millón de refugiados que viven en el Líbano, aproximadamente una cuarta parte de la población del país.

La proporción de niños refugiados sirios que trabajan en el Líbano ha aumentado del 4 por ciento al 7 por ciento a finales de 2016, aunque probablemente ha aumentado, según un estudio del Consejo Danés para los Refugiados (DRC). Mientras los hogares sigan sin generar ingresos suficientes, aumentará la tasa de niños trabajadores. 

El 71 por ciento de los niños de todo el mundo que trabajan lo hacen en la agricultura, según la FAO. «Los hogares en los campos de refugiados sirios en el Líbano, por ejemplo, son propensos a recurrir al trabajo infantil para garantizar la supervivencia de su familia», dijo la FAO en un comunicado publicado el martes para conmemorar el Día mundial contra el trabajo infantil.

UNICEF reconoce que las familias sirias refugiadas en Líbano no tienen más remedio que enviar a sus hijos a conseguir ingresos. Eso significa que tienen que abandonar sus estudios. La familia de Mounir destina prácticamente todos sus ingresos a pagar el alquiler. 

Los datos de UNICEF indican que más de las tres cuartas partes de los refugiados en Líbano viven bajo el umbral de la pobreza: menos de 4 dólares diarios y menos de la mitad de los niños sirios refugiados asisten a la escuela.

Mounir tuvo que soportar acoso sexual en las calles, según explica. Muchas veces hombres se acercaron a él para proponerle relaciones sexuales. Él, con trece años, ni siquiera era el más pequeño en trabajar en la calle. A menudo tenía compañeros de apenas cinco años. 

Ahora trabaja en una peluquería, donde gana 30.000 libras libanesas semanales

El mes pasado encontró trabajo más cerca de casa en una peluquería, donde gana 30.000 libras libanesas por semana (aproximadamente 20 dólares) y trabaja durante diez horas diarias.

Mounir añora el colegio y su asignatura favorita, matemáticas. «Quiero convertirme en mecánico. Me gusta arreglar cosas como motores», dijo con una gran sonrisa con hoyuelos.

 

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