Guatemala: el impacto del aceite de palma en la migración

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Grandes extensiones de palma africana en comunidades de Alta Verapaz, luego de tala de bosques.

La extensión de los cultivos para producir aceite de palma en Guatemala empuja a la migración por los bajos salarios que pagan las grandes compañías.

Los agricultores guatemaltecos están perdiendo las tierras de las que vivieron durante generaciones, entregadas a las grandes compañías dedicadas al cultivo de palma y se están viendo obligados a emigrar por culpa de los bajos ingresos que obtienen cultivando para estas compañías.

De Guatemala era la niña que murió hace poco mientras era custodiada por la policía en el sur de Estados Unidos, cuyo padre, procedente de la región guatemalteca donde más palma se está produciendo, trató de encontrar una vida mejor en Estados Unidos. La agricultura de subsistencia, familiar, se está perdiendo en este país bajo la presión de las empresas aceiteras. Guatemala, en pocos años, se ha convertido en uno de los principales exportadores de este producto, pero el precio lo están pagando los pequeños agricultores.

Los partidarios de la industria dicen que ha creado empleos e inversiones en un área donde la pobreza y la violencia han sido durante mucho tiempo los principales impulsores de la migración. Sin embargo los críticos dicen que los agricultores han renunciado a las tierras que los alimentaron durante generaciones, y muchos de ellos se ven empujados a trabajar después para las empresas, cuyos salarios son insuficientes para sobrevivir.

Muchos campesinos están utilizando el dinero obtenido por la venta de sus parcelas para pagar a los traficantes que les llevarán a Estados Unidos. Muchos no lo consiguen, tienen que volver y acaban siendo trabajadores asalariados en las que antes eran sus propiedades.

En 2018 fueron detenidos en la frontera entre México y Estados Unidos más de 50.000 guatemaltecos, más del doble que el año anterior. La mayoría fueron deportados.

Las jornadas de trabajo en las plantaciones son agotadoras: se levantan a las tres de la madrugada y no regresan hasta las diez de la noche. A cambio, un salario que no les basta para mantenerse y que es inferior a los 90 quetzales diarios de salario mínimo estipulado: cobran 60 quetzales al día (7,8 dólares) por más de doce horas de trabajo.

Los bajos sueldos ya han provocado protestas de los trabajadores y algunas compañías accedieron a pagar el salario mínimo. Otras empresas se han negado.

Pobreza y deforestación

Utilizado en alimentos, detergentes y combustibles, el aceite de palma se produce principalmente en Indonesia y Malasia, donde los grupos ecologistas han denunciado deforestación y daños medioambientales. En los últimos años, Guatemala se ha convertido en el mayor exportador del continente americano. Y lo ha hecho a un ritmo acelerado: en los últimos diez años las exportaciones de aceite de palma se han multiplicado por siete y en 2017 se exportaron 727.000 toneladas. La zona donde hay más producción es Alta Verapaz, una región de bosques y montañas, donde, a pesar de la enorme producción, no se nota la riqueza en las calles de los pueblos y aldeas.

Muchos campesinos son casi obligados a vender sus tierras cuando las compañías comienzan a cercar parcelas y cerrar caminos, lo que les impide acceder a sus propiedades. Casi todos acaban empleados por las compañías, trabajando en lo que antes eran sus parcelas y donde cultivaban maíz y otros productos.

Las compañías aseguran que este cultivo está trayendo riqueza e ingresos al país y que cumplen con las normas laborales, algo que es negado por la cada vez más alta migración de los agricultores, ya sin tierras.

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