Tres de cada cuatro niños murieron por enfermedades prevenibles que no pudieron ser tratadas por culpa de la guerra entre 1995 y 2015
Héctor Alonso
Cinco millones de niños, una cifra superior a la calculada hasta ahora, ha sido el precio que se ha pagado por las guerras que se han desarrollado en África en los últimos veinte años, según un estudio publicado por la prestigiosa revista médica The Lancet. La mayoría no han muerto directamente por los conflictos: tres de cada cuatro niños murieron por enfermedades prevenibles que no pudieron ser tratadas por falta de acceso a atención médica básica o agua potable por culpa de la guerra.
El estudio de The Lancet muestra que los países donde más niños han muerto entre 1995 y 2015 son Nigeria y la República Democrática del Congo: cerca de tres millones de niños menores de un año.
El estudio señala que «la guerra parece aumentar sustancialmente el riesgo de muerte y retraso en el crecimiento de los niños pequeños, y durante muchos años después de que los conflictos hayan terminado».
El impacto de la guerra sobre los menores se traduce en un aumento de las enfermedades infecciosas potencialmente prevenibles, desnutrición y la falta de acceso a servicios básicos, como el agua, el saneamiento o la salud maternoinfantil.
La amplitud del estudio es enorme: para hacerlo se han analizado 15.500 conflictos en 34 de los 54 países de África a lo largo de dos décadas (1995-2015) y las muertes relacionadas con dichos enfrentamientos bélicos, cruzando datos sobre muertes relacionadas con la guerra y las tasas de mortalidad infantil.
Uno de los datos más llamativos es que los bebés nacidos dentro de un área de 50 kilómetros alrededor de un conflicto tienen un mayor riesgo de morir durante su primer año de vida (un 8 por ciento más) que los que viven en zonas más alejadas.
Conforme aumenta la violencia del conflicto aumenta el riesgo de muerte hasta en un 30 por ciento. Otro dato demuestra que la tasa de mortalidad infantil se multiplica por cuatro en los conflictos que duran más de cinco años. El riesgo persiste hasta ocho años después de que la guerra haya terminado.
La mayor vulnerabilidad de los niños se debe a la desnutrición y a las enfermedades prevenibles no tratadas, sobre todo en niños y niñas desplazados, que tienen que vivir con poca comida y sin acceso regular al agua potable. El problema se agrava cuando la guerra provoca la destrucción de puestos de salud y hospitales, dejando a los desplazados y a los que viven en áreas sumidas en la violencia sin acceso a la salud más básica.