Hoy se celebra el Día Internacional de la Paz, instituido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para fortalecer los ideales de paz, tanto entre todas las naciones y todos los pueblos como entre los
miembros de cada uno de ellos. El lema de este año es “Juntos por la paz: Respeto, seguridad y dignidad para todos”. La idea seguir el espíritu de “TODOS”, una campaña que se inició con el objetivo de objetivo que las personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares en busca de una vida mejor –refugiados, migrantes y desplazados, disfruten del respeto y la seguridad y vivan dignamente”.
No me gusta ser aguafiestas, pero estas buenas intenciones no son más que papel mojado: más de 50 millones de personas viven actualmente fuera de sus hogares, como refugiados y desplazados, y la mayoría viven en condiciones penosas. Actualmente el número de refugiados no deja de aumentar: casi la mitad de los Rohingya, una minoría musulmana que vive en Myanmar, la antigua Birmania, ha tenido que huir a Bangladesh, ante la pasividad de la máxima dirigente de Myanmar, la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, que durante años fue el símbolo de la libertad para su país.
En Sudán del Sur un tercio de su población ha tenido que abandonar sus hogares y convertirse en desplazados dentro de su propio país o en refugiados en la vecina Uganda. La guerra continúa en Siria y el Mediterráneo se ha convertido en una trampa mortal para miles de migrantes y refugiados que tratan de buscar una vida mejor en Europa.
Los Días Internacionales están bien para poder recordar estas cosas. Mientras la comunidad internacional mire para otro lado durante el resto del año seguiremos celebrando estas efemérides pero la situación seguirá igual.
