Coronavirus: África se prepara para el impacto

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Escasez de respiradores, dificultad para lavarse las manos y mantener la distancia social, los principales desafíos

África se prepara para el impacto del coronavirus, probablemente el mayor desafío de salud pública al que se enfrenta el continente, desde un punto de partida de desventaja en comparación con los países occidentales: escasez de infraestructuras hospitalarias y de equipamiento, falta de acceso a agua limpia para poder lavarse las manos y la dificultad de mantener la distancia social, todo un lujo en muchos lugares del continente.

Sin embargo, también cuenta con lecciones aprendidas gracias a la epidemia del ébola, que dejó algunos países más preparados ante una pandemia.

En estos momentos los casos están aumentando exponencialmente, sobre todo en ciudades con barrios densamente poblados y acceso deficiente al agua y con una población debilitada en muchos lugares y víctima de enfermedades endémicas.

En 51 de los 54 países africanos se han detectado ya más de 9.000 casos, con más de 400 muertes, según el Centro para el Control de Enfermedades de la Unión Africana. Sudáfrica, Argelia y Egipto han registrado el mayor número de casos: 1.955, 1.250 y 1.170 respectivamente, pero los expertos creen que las cifras reales son mucho más altas, ya que no hay capacidad para hacer pruebas. Kenia ha detectado 160 casos, pero el gobierno creen que a finales de abril podría haber 10.000 casos.

Además de la dificultad para acceder a agua limpia para lavarse las manos y mantener el distanciamiento social o la escasez de equipos de test, la OMS ha expresado su preocupación por la falta de equipos vitales, como los respiradores. La media es un respirador por cada cinco millones de personas. En la República Centroafricana solo hay tres respiradores en todo el país, que cuenta con cinco millones de habitantes.

Vulnerabilidad

Para el África subsahariana, donde más del 40 por ciento de los 1.200 millones de habitantes viven con menos de 1,90 dólares al día, y donde la malaria, la desnutrición, la anemia, la tuberculosis y el VIH/SIDA están muy extendidos, los expertos en salud temen que se produzca un tsunami.

La vulnerabilidad en el caso de África se extiende a todas las capas demográficas, no solo a los mayores. Los habitantes de África Subsahariana tienen los peores indicadores de salud del mundo -el 24 por ciento de la carga mundial de enfermedad, con solo el 11 por ciento de la población-, por tanto, es de temer que el impacto de la enfermedad sea mucho peor que en otros continentes. Y también afectará a los jóvenes, muchos debilitados por enfermedades como la malaria, con un sistema inmunitario menos fuerte que en otros continentes.

El progresivo debilitamiento de los sistemas de salud, con países como Mali, con el 93 por ciento de las instalaciones médicas del norte destruidas, supondrá una sobrecarga para los hospitales y para su personal.

¿Distanciamiento social?

En muchas ciudades africanas han crecido en los últimos años asentamientos informales, enormes barriadas que carecen de lo básico, como un acceso fácil al agua limpia o a los sistemas de saneamiento. En esos asentamientos es difícil incluso mantener la distancia social. Hay muchas familias que viven en una sola habitación, apenas chozas, como las del barrio de Kibera en Nairobi (Kenia), donde se hacinan más de 170.000 personas sin agua corriente. El agua se compra de camiones cisterna y lavarse o bañarse es también un lujo.

Además están los campos de refugiados y desplazados, con millones de personas que han huido de la guerra o del hambre. Son más de seis millones de refugiados en otros países y 18 millones de desplazados en su propio país.

Hay países extremadamente frágiles, como Sudán del Sur, que se está recuperando de una guerra que ha durado casi seis años -prácticamente desde que se fundó el país- donde ya se ha detectado el primer caso de COVID-19. En este país hay más de 1,5 millones de desplazados internos y 200.000 viven hacinadas en campamentos sin estructuras básicas.

El acceso al agua potable es dificultoso: solo el 34 por ciento de los hogares en todo el país tienen acceso a un pozo o un grifo de agua potable a menos de media hora de distancia caminando.

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