La mayoría de los refugiados viven en terrenos que se inundarán o sufrirán deslizamientos
Con la llegada de las primeras lluvias que anuncian el monzón, las organizaciones que operan en los campamentos de refugiados rohingya en Bangladesh trabajan a toda máquina para prepararse ante las probables inundaciones y corrimientos de tierras que provocarán la lluvia.
En los últimos días, según ha comunicado la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), ha llegado maquinaria pesada para limpiar los caminos y carreteras (excavadoras, apisonadoras y vehículos todo-terreno) y tratar de minimizar los efectos de las lluvias, que a pesar de que apenas han empezado, ya han provocado las primeras inundaciones.
El objetivo es mantener las rutas de acceso a los campamentos despejadas, para poder garantizar el flujo de la ayuda humanitaria, de la que viven los más de 600.000 refugiados de la minoría musulmana rohingya que empezaron a huir de Myanmar desde agosto del pasado año. Sin embargo, los fondos recibidos para esta emergencia están muy lejos de haberse cubierto: ta sólo se ha asegurado el 7 por ciento de los 182 millones de dólares presupuestados para todo el año.
El panorama que se avecina es desolador: se espera la llegada de ciclones y meses de lluvias y la mayor parte de los refugiados viven bajo lonas en terrenos muy inestables e inundables. La llegada de centenares de miles de personas en un período muy corto de tiempo ha provocado un enorme impacto en la topografía del área: se han deforestado amplias zonas, y no se sabe qué ocurrirá cuando lleguen las lluvias más fuertes. Se calcula que al menos 120.000 personas correrán un grave riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierra.
Por el momento se trabaja en despejar y asentar los accesos a los campamentos para facilitar las intervenciones de emergencia cuando sean necesarias. Incluso se han preparado equipos de porteadores para trasladar suministros a pie si fuera necesario.
Otro riesgo, además de los corrimientos de tierra y las inundaciones, es la posibilidad de que se produzcan brotes de enfermedades relacionadas con la contaminación del agua, como el cólera o la disentería. Por esta razón, se trabaja contra-reloj para instalar puntos de rehidratación en las instalaciones médicas de los campamentos.