Héctor Alonso @hdelosrios2
El escándalo de los abusos sexuales del personal de las grandes ONG cometidos en el terreno podría dejar pequeño a la revelación de abusos en el mundo del cine desatada bajo el hashtag #MeToo. También podría hacer un daño irreparable a la cooperación humanitaria -el tercer sector- en el que trabajan o son voluntarios decenas de miles de personas en todo el mundo y que ayuda a millones de personas vulnerables, sin cuya ayuda posiblemente no podrían sobrevivir.
Los abusos sexuales y la explotación sexual de menores y mujeres en países que han sufrido una catástrofe o una guerra, y que son, por tanto, una población extremadamente vulnerable, llevan produciéndose desde hace tiempo, sin que se hayan tomado medidas serias para atajarlos.
En junio de 2016 obligaron a dimitir a Anders Kompass, un alto funcionario de Naciones Unidas que denunció los abusos sexuales sobre niños de los “cascos azules” en la República Centroafricana, harto de que la ONU no actuara ante la corrupción y los abusos. El escándalo de su despido fue tal que la ONU se vio obligada a readmitirle, aunque él decidió no regresar “por el fracaso ético de la ONU”. Haiti y Liberia también fueron escenarios de abusos sexuales por parte del personal de la ONU, que intercambiaba alimentos por favores sexuales. Todavía estamos esperando a que los países a los que representaban esos “cascos azules”, Francia en el caso de la República Centroafricana, investiguen y condenen a los culpables.
En estos días asistimos a la revelación de lo que podría ser la punta del iceberg de casos de abusos sexuales y acoso en el mundo de las ONG. En un informe publicado por la Fundación Thomson-Reuters en noviembre de 2017, en el que se preguntaba a las diez ONG más grandes del mundo sobre casos de abusos y despidos por ese motivo dentro de su organización, sólo dos respondieron de inmediato, aunque ofreciendo datos de 2017: Oxfam y Save the Children, que reconocieron haber despedido a 22 y 16 empleados respectivamente por “comportamiento inapropiado” en su puesto de trabajo.
Otras cuatro ONG fueron respondiendo según la bola se hacía más grande: Médicos Sin Fronteras, el Consejo Noruego para los Refugiados, World Vision y Mercy Corps, reconociendo que habían hecho investigaciones sobre abusos de su personal, que se saldaron con despidos.
Y cuatro, hasta el momento, se han negado a responder: el Comité Internacional de Cruz Roja, CARE International, Plan International y el International Rescue Committee.
El asunto es tan grave que las ONG y Agencias Internacionales de ayuda deberían tomar serias medidas e investigar y dar a conocer todos los casos de abusos sexuales y “comportamientos inapropiados” (donde se tendría que incluir intercambio de sexo por comida, dinero o bienes, prostitución, acoso sexual en el trabajo, etc.) de su personal en los últimos años, para evitar, entre otras cosas, que los autores de dichos abusos puedan seguir cometiéndolos en otras organizaciones tras haber sido despedidos.
Se lo deben a las personas que han sufrido los abusos y se lo deben también a los ciudadanos que confiaron estas organizaciones y que aportaron dinero o tiempo como voluntarios para que llevaran a cabo sus proyectos.