Turkana (Kenia): la amenaza de la hambruna en uno de los lugares más olvidados del planeta

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La hermana Olinda con los niños y niñas de la comunidad Turkana

Isabel López Gordo, Responsable de Comunicación y Fundraising en la Fundación Pablo Horstmann

Tierra árida y desértica. Huesos de animales que una vez fueron ganado y fuerza de subsistencia esparcidos en un vasto territorio. Niños, mujeres y mayores vagando con mirada profunda y perdida. Cualquier atisbo de lluvia o de vida es un espejismo.

Una vez más, una escena no desconocida en África. Esta vez nos situamos en Kenia, donde las cifras empiezan a despertar a la comunidad internacional, aunque siguen encontrando raro eco en los medios de comunicación a pesar de que aquí también muere gente y mucha.

Lo que está sucediendo en Kenia no es diferente a lo que está sucediendo en otros lugares de África: ausencia de temporada de lluvias, unida a una elevada vulnerabilidad económica y social, que solo contribuye a exacerbar el fenómeno. Por otro lado, los escasos recursos con los que la población puede hacer frente a la emergencia.

El pasado 10 de febrero el Gobierno de Kenia declaró la situación de desastre nacional en el país para comenzar a movilizar recursos y esfuerzos. Durante las dos temporadas de lluvia de 2016  (de marzo a mayo y de octubre a diciembre), los niveles de precipitación que se dieron fueron significativamente bajos, lo que tuvo como consecuencia un acusado descenso de las cosechas, la falta de agua y el declive de la productividad animal, con un devastador impacto en términos de seguridad alimentaria y en la situación nutricional de la población.

Si nada cambia, en abril de este año 2017, el gobierno de Kenia prevé que el número de personas en situación de inseguridad alimentaria aumente de los 2.7 millones actuales a los 4 millones. Para ponerlo en términos que nos sean familiares, sería un poco menos que toda la población de Castilla-León y Castilla-La Mancha juntas.

Según el informe de situación emitido por UNICEF el pasado 6 de marzo, más de 1 millón de niños y niñas está en situación de inseguridad alimentaria, más de 100.000 niños menores de 5 años necesita someterse a tratamiento contra la Desnutrición Aguda Severa y 174.000 niños en escuelas de educación infantil y primaria no están yendo a clase como consecuencia de la sequía.

Las doce escuelitas preescolares de la Fundación Pablo Horstmann, un oasis

Imagen de una de las 12 Escuelitas Preescolares en Turkana (Kenia)

La región de Turkana, al norte del país, es una de las zonas más afectadas. La Fundación Pablo Horstmann lleva trabajando en este área desde el año 2007, en estrecha colaboración con la Congregación de las Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia. La hermana Olinda Jiménez llegó a Lokitaung, un pequeño núcleo de población en el que estas misioneras establecieron su misión, en 2001. Su idea y su inspiración, ofrecer lo mejor de sí mismas a los más pobres.

La hermana Olinda, en colaboración con su equipo de misioneras y con la Fundación Pablo Horstmann, gestiona 12 Escuelitas Preescolares en la zona que, en un entorno tan duro, azotado periódicamente por las sequías y la hambruna, ofrecen dos comidas diarias de lunes a sábado a niños menores de 7 años en situación de vulnerabilidad.

Además, en las escuelitas aprenden inglés y suajili, los idiomas oficiales de Kenia: sólo así pueden superar la barrera idiomática y cursar luego sus estudios.

Antes de que este proyecto se pusiese en marcha, tan solo un 17% de los niños turkana estaba escolarizado y ahora un 60% de los niños lo consigue. El Gobierno de Kenia, al ver que recibían la preparación adecuada, ha ido edificando Escuelas de Primaria junto a estos centros preescolares. Hasta aquí, la parte positiva de la historia.

Otra vez la sequía y la hambruna ponen en peligro todos los esfuerzos

La hermana Olinda, que trabaja estoicamente en la zona con pocos recursos, pero armada con una firme determinación de entrega y guiada por su compromiso, su solidaridad y su capacidad de conectar con las personas más desposeídas de este mundo, ha comenzado a ver desde hace varios meses los estragos que está causando el hambre en esta población.

Por un lado, el porcentaje de niños que acude a las 12 Escuelitas Preescolares se ha incrementado, en buena medida por el cierre de las escuelas de Educación Primaria que el gobierno tiene en la zona y que había abierto en paralelo a las 12 Escuelitas Preescolares. Estas escuelas se han visto obligadas a cerrar por la falta de suministros para asegurar la alimentación de los niños.

Las Escuelitas Preescolares todavía constituyen un oasis en medio de la adversidad en el que los padres y madres saben que sus niños tendrán al menos un plato diario de comida y acceso a una educación para encarar el futuro con más opciones. Pero, ¿qué futuro hay cuando el hambre lo borra todo?

Por otro lado, la ausencia de suministros en Lodwar, la capital de Turkana, para proveer a las 12 Escuelitas Preescolares hace que la hermana Olinda tenga que viajar a una distancia de 14 horas en coche hasta Eldoret para comprar los suministros necesarios.

Cuando hablamos con ella reconoce la dificultad de la situación y el drama de ver gente morir en pleno siglo XXI por no tener qué comer. La tasa de desnutrición en esta zona, que ya era de un 27%, puede incrementar vertiginosamente si no se toman las acciones necesarias y, como ya se está viendo, dar paso a una hambruna de proporciones imperdonables en un mundo de desigualdades en el que media mitad pasa hambre mientras la otra mitad tira cada día toneladas de comida.

Esfuerzos como el de la hermana Olinda podrían diluirse como una gota de agua en el desierto si no se atajan los problemas estructurales del entorno y si la solidaridad internacional resulta tardía e insuficiente.

Y no hablamos solo de Turkana (Kenia), la situación también afecta a Yemen, Somalia, Sudán del Sur y el Noroeste de Nigeria, países en los que los conflictos prolongados y la sequía, han puesto a 20 millones de personas en riesgo.

La comunidad internacional ya se ha puesto en marcha con llamamientos a los gobiernos para apoyar a estas poblaciones, esfuerzos que, de no concretarse en un corto plazo, llegarían tarde para esta población tradicionalmente olvidada.

Para más información: www.fundacionpablo.org

 

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