Por Ruben Andersson, IRIN
La decisión, producto del pánico, de involucrar a la OTAN en la gestión de la crisis de los refugiados, no sólo es un paso sin precedentes en la militarización de las fronteras de Europa, sino también es coherente con la visión de que el control de la emigración y los refugiados sólo puede ser abordado reforzando la seguridad en las fronteras. Algo que, hasta ahora, ha fracasado.
La actitud de los responsables europeos han creado un círculo vicioso: a cada nueva crisis en las fronteras, se responde de la misma manera. Si bien durante un tiempo esa visión pusdo funcionar, con la crisis de 2015, durante la cual han llegado a Europa más de un millón de personas a Europa, es evidente que el enfoque único de la seguridad fronteriza no ha funcionado. Ante este fracaso, los líderes europeos se han quedado sin respuesta ni alternativa que ofrecer a los electores. Además se ha emprendido una carrera por la vigilancia de sus propias fronteras, sin la mínima coordinación entre países.
Esta actitud, sin embargo, puede ser un triunfo para aquellos que defienden el enfoque «punitivo» de la migración: justifican la necesidad de crear nuevos organismos fronterizos, empresas de seguridad y defensa, y se permite la utilización de los migrantes como fuente de ingresos en los países vecinos de la UE, o como moneda de cambio ante una Europa temerosa.
Entonces, ¿cuál es la respuesta?
1. Aprender de otros fracasos
Al igual que la lucha contra la migración ha fracasado en gran medida en contener los movimientos humanos a través de las fronteras, la guerra contra el narcotráfico se ha reconocido como una estrategia sumamente costosa, destructiva y en última instancia inútil. Podemos centrarnos en el concepto de «reducción del daño» que ha comenzado a ser aplicado (aunque modestamente) en relación a las drogas, mediante la reducción de algunas de las medidas de seguridad más contraproducentes que ponen a las personas en situación de riesgo -incluyendo las detenciones masivas- al tiempo que se refuerzan alternativas más humanas a través de la financiación específica de la UE. La medida más grande de la reducción de daños es muy simple y ya al alcance de los estados miembros: la introducción de vías legales para permitir la llegada segura y organizada de los refugiados.
2. Evaluar los costes reales del modelo de seguridad
Es muy difícil evaluar el coste que está suponiendo a los contribuyentes la actual política de seguridad fronteriza, pero una reciente investigación periodística a nivel europeo ha revelado que sólo en deportaciones se han gastado 11.000 millones de euros desde el año 2000. Además, habría que añadir las enormes cantidades gastadas a través de la Ayuda al Desarrollo para convencer a los países africanos para que pongan en marcha medidas para desalentar la emigración. Habría que evaluar también los costes sociales, políticos, ambientales y económicos. Con las rutas y las fronteras cerradas se pone una enorme presión sobre las zonas fronterizas europeas, dañando el turismo, la agricultura y provocando malestar social, por no hablar de las miles de vidas perdidas en el mar. Políticamente, los costes también están aumentando: Schengen está al brode de la ruptura y el resto del mundo observa con recelo cómo la gente está muriendo tratando de llegar a la avanzada Europa.
3. Una estrategia global para la movilidad
Esto implica el tratamiento de la migración no como una emergencia y una amenaza, sino como una característica perenne de la vida humana que puede, si se enfoca correctamente, suponer ventajas. Se puede llevar a cabo un cambio estratégico en cuatr pasos: en primer lugar, rebajar el tono del debate, que sólo ha servido para reforzar el modelo de seguridad. En segundo lugar, impulsar un tipo diferente de colaboración con los estados vecinos de Europa, para minimizar los efectos destructivos de la lucha contra la migración, a través del intercambio de conocimientos en el ámbito de la salud y la educación. En tercer lugar, mediante la aplicación de un tratamiento normalizado de la migración dentro de la UE a través de reparto de la responsabilidad y dejar de gestionar la migración desde el ámbito de la seguridad para gestionarla desde otras direcciones generales de la UE, incluso a través de la creación de una dirección general nueva que se centre en la movilidad. Y en cuarto lugar, mirar más allá del ámbito europeo, trabajando hacia un enfoque totalmente global de la migración que fortalezca la responsabilidad compartida bajo el paraguas ACNUR.
4. Construir coaliciones amplias para el cambio
El desgaste que supone el actual modelo basado sólo en la seguridad para los políticos debería bastar para que éstos optaran en cuanto pudieran por otras alternativas. El malestar creado en las zonas fronterizas, que también pagan los vecinos que viven ahí, es un argumento de peso para cambiar las políticas.
Las personas que huyen de las bombas y se arriesgan para llevar a sus familias a la seguridad, tienen habilidades enormes, ambiciones y conocimientos para ofrecer.
No hay una solución inmediata, y hay que tener en cuenta que tampoco se están abordando las principales causas de esta crisis: las guerras brutales y la represión. Sin embargo, a falta de esa solución inmediata, estas medidas deberían ser bienvenidas a la vista de que lo aplicado hasta ahora, la seguridad fronteriza, ha fracasado.
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