Haití bajo los escombros un año después

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Niños ahitianos un año después del terremoto
Haití bajo los escombros un año después

Cuando el 12 de enero de 2010, hace ahora un año, tembló la tierra en Haití, ese terremoto de magnitud 7 (inferior al de Chile) y las réplicas que se registraron después, redujeron a escombro los hogares de más de un millón de personas, incluyendo la residencia del primer ministro o el edificio de la misión de la ONU. En pocas horas todos esos edificios se habían convertido en una montaña formada por 20 millones de metros cúbicos de escombros. Un año después. esos escombros están por todas partes en Haití, impiden la reconstrucción, taponan las alcantarillas, los caminos y las calles, dificultan los programas tan necesarios y urgentes de saneamiento y acceso al agua potable.

 

Niños ahitianos un año después del terremoto
Haití
Alertnet Tim Large


También son refugio de animales, insectos y depósito de suciedad y aguas fecales, todo ello vías de transmisión de numerosas enfermedades. Y seguramente todavía quedan miles de cadáveres debajo de ellos. Según algunas estimaciones, cerca de 50.000 cuerpos nunca fueron recuperados. Un año después, Haití sigue bajo los escombros.

A los pocos días del terremoto, Estados Unidos movilizó 13.500 soldados que llegaron para poner orden, ocupar el aeropuerto, establecer la ley marcial y el toque de queda y garantizar la distribución de alimentos y agua, según puso de manifiesto el gobierno americano. Con una vocación casi de ocupación, más bien, como denunció algún representante del gobierno francés. Francia, la antigua metrópoli, se enfrentó a Washington y aseguró que la ocupación americana estaba, de hecho, entorpeciendo el despliegue de la ayuda humanitaria.
Detrás de las tropas llegaron las grandes organizaciones y agencias humanitarias,  las plantas de potabilización de aguas, los medicamentos y los artículos de primera necesidad, los primeros equipos móviles, las tiendas de campaña para alojar  a las familias, el suministro de ropa… Y llegaron costosos hospitales militares de campaña. Todas estas circunstancias han sido analizadas por organismos internacionales, como ha hecho la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en su revista del mes de Octubre de 2010. En esa publicación, la OPS hizo una llamada de atención ante el incumplimiento de las directrices que fueron aprobadas en 2003 en una reunión de expertos de la OPS y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el uso de hospitales de campaña extranjeros como respuesta en salud ante grandes desastres o crisis humanas, para racionalizar y optimizar los recursos en salud y transformar este tipo de ofertas a respuestas basadas en la demanda. Como ha quedado demostrado en los últimos  terremotos de Haití y Pakistán, no se han seguido estas pautas racionalizadas para su uso.
Sin embargo, hay que reconocer, y así ha sido reconocido por los responsables de la respuesta en salud ante desastres de OPS/OMS, la prontitud de respuesta y actuación de los primeros equipos españoles de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID) y de las ONG, salvaron vidas y ayudaron a prevenir serias complicaciones. También ha sido reconocida la labor de los equipos movilizados para la atención médica, necesaria dado las características del desastre, el tamaño del país, el número de víctimas y la grave alteración de la pobre capacidad hospitalaria pre-existente. Estos factores descartaron cualquier esperanza de autosuficiencia nacional o de respuesta local eficaz. La velocidad y la facilidad de respuesta ante las necesidades de  pequeños equipos móviles salvaron más vidas que los mejores barcos hospitales que llegaron más tarde.
A pesar de las dificultades para integrar el personal de salud de Haití en los equipos extranjeros para poder realizar el traspaso de las estructuras creadas a las autoridades en salud, el funcionamiento ha sido ejemplar con los equipos de Cruz Roja, como el propio equipo de la OAH, que ha permitido una buena y planificada entrega del hospital. Lo que ha sido reconocido por las propias autoridades haitianas. Pero al lado de estas luces, también ha habido sombras.
Como en toda emergencia, y en el caso de Haití la emergencia se transformó en autentica catástrofe por la magnitud de la destrucción, se produjeron desequilibrios en el suministro y reparto de la ayuda. Ésta llegaba en abundancia, pero lo difícil era distribuirla. Pocos pensaron en que una vez se fueran los soldados extranjeros, los haitianos, no iban a lograr reconstruir el país por si solos por la sencilla razón de que no cuentan con los medios suficientes –camiones o excavadoras- para mover los escombros que aun hoy permanecen en intactas montañas por todo el país. 
Doce meses después del terremoto se plantean ahora poner en marcha un plan para retirar las montañas de escombros. Según los cálculos de las propias Naciones Unidas, se tardaría aproximadamente tres meses en retirar el 10% de los escombros, a un coste de 120 millones de dólares. Dos años y medio para retirar los 20 millones de metros cúbicos, a un coste de 1.200 millones de dólares, que se suman a los 8.000 millones de dólares que se calculaba anteriormente que costaría poner en marcha el país. A la vista de estas cifras, del inmenso coste que supone llevar ese plan a la práctica, no es raro llegar a la conclusión de que esos escombros no serán retirados jamás o que, en el mejor de los casos, se tardará décadas en hacerlo.
La epidemia de cólera que ahora arrasa las mermadas fuerzas de muchos haitianos es otra desgracia más sobre las numerosas desgracias que ha sufrido este pueblo. Desde hace cien años que no se registraba un caso de cólera en Haití. La población culpa a las fuerzas de las Naciones Unidas de haber traído la enfermedad a la isla. Acusan a soldados de procedencia asiática, de Nepal, de propagar el cólera y les acusan de defecar entre los escombros, lo que ha provocado ya enfrentamientos entre las fuerzas de Naciones Unidas y la población haitiana.
Antes del terremoto sólo el 12% de la población de Haití disponía de agua potable, y sólo el 17% tenía unas condiciones higiénicas adecuadas, según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Por culpa del seísmo, la situación es aún peor. Mucha gente tiene que beber agua sin potabilizar, posiblemente contaminada por aguas fecales, ya que las infraestructuras de desagüe y canalización de aguas fueron destruidas por el terremoto y no han sido, aun, reparadas. Los muertos por el cólera superan ya el millar, y los expertos creen que las consecuencias y la extensión de la epidemia son difíciles de predecir, dadas las condiciones higiénicas del país, la no inmunización de la población y las condiciones precarias de vida que están soportando.
Viendo esta situación con la perspectiva que da el tiempo, uno lamenta que esos grandes buques que transportaron tropas, vehículos militares y hospitales de campaña, no hubieran traído también maquinaria -excavadoras, camiones- para remover los escombros que amenazan, diez años después del terremoto, con sepultar definitivamente el país.

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