Chato, siempre

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Pilar Estébanez
Pilar Estébanez

Los que tuvimos la inmensa suerte de conocer a José María Galante, Chato, de disfrutar de su amistad, nos hemos quedado más solos en estos días de confinamiento. Pocas personas he conocido yo con un alto nivel más alto de compromiso y de conciencia social. 

He tardado unos días en poder escribir algo sobre él porque se me agolpaban los recuerdos y porque es muy duro escribir sobre la ausencia de alguien a quien aprecias mucho. Chato era un compañero de viaje, un amigo y un referente en muchas cosas. En los últimos años tuve un contacto más cercano con él gracias a su labor en La Comuna, fundada hace casi diez años para defender la justicia internacional y llevar a los tribunales a los torturadores del franquismo. A torturadores, como Billy el Niño, que se ensañaron con los jóvenes luchadores por la libertad como el propio Chato y otros cientos de personas cuya reparación nunca ha llegado. Chato fue detenido, torturado y encarcelado en varias ocasiones, la primera vez en 1969 y también durante el cumplimiento del servicio militar obligatorio. Cumplió un total de cinco años de cárcel.

Chato hizo que me involucrara en esa lucha porque él se involucraba en todo: en la lucha por la defensa del pueblo palestino o del pueblo saharaui, a favor de los refugiados o por el cierre de los CIEs. En definitiva, en cualquier causa en defensa de los derechos humanos Y antes aún en la defensa de la naturaleza en el seno de organizaciones como ADENA o Ecologistas en Acción. Chato era un luchador de causas justas, una persona comprometida, cuya vida tenía sentido si era apoyando a los más débiles, los desamparados por la justicia, los olvidados. 

José María, Chato, era además de un luchador en toda la extensión de la palabra, un amigo al que le gustaba disfrutar de una conversación tomando unas cañas después de las reuniones. “La comisión de cañas”, decía. En los últimos tiempos hemos ido perdiendo a grandes personas. Hace dos años perdimos también a Carlos Slepoy, otro luchador por la justicia internacional. 

Nos hemos quedado más solos sin Chato en estos días de confinamiento, pero le recordaremos vital, luchador, comprometido, sin rendirse nunca. Trataremos de seguir su ejemplo y seguir con su pelea, porque merece la pena. Es una de las peleas que sí merecen la pena.

Si queréis conocer más de él, tenéis la oportunidad de escucharle en la película documental El silencio de otros, que narra la lucha de las víctimas del franquismo y la búsqueda de la justicia por aquellos crímenes. 

Chato, siempre.

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