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Viernes, 24 de Abril de 2015 09:17
Niño con malariaDía Mundial contra la Malaria
¿El principio del fin de la malaria?
Quique Bassat. investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Actualmente, trabaja en en el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM) en Mozambique
Como todos los 25 de abril, este año toca dar visibilidad a la malaria, flagelo de la humanidad desde tiempos inmemoriales, y quizás una de las enfermedades que más desproporcionadamente causan inequidad en el mundo. A pesar de los grandes avances en su prevención y tratamiento ocurridos en las últimas dos décadas, la situación de la enfermedad sigue distando de estar controlada. 97 países mantienen todavía transmisión activa de la enfermedad, lo que se traduce en 3.300 millones de personas viviendo en el mundo expuestas al riesgo de contraerla. De los casi 200 millones de episodios clínicos que se producen anualmente, cerca de 600.000 acaban en la muerte del paciente, siendo la inmensa mayoría de los que fallecen a consecuencia de la enfermedad niños africanos de corta edad.

En nuestro mundo desarrollado, la malaria autóctona no existe, pero la enfermedad puede adquirirse al viajar como turistas a zonas dónde la transmisión se mantiene. Los pocos centenares de casos de malaria importada que se documentan anualmente en los países no endémicos apenas representan por tanto una piedrecita en la cantera global de enfermedad. Pero no deberíamos por ello olvidar que en nuestro entorno, tan sólo dos generaciones atrás en el tiempo, la malaria fue una enfermedad cotidiana que afectaba a nuestros abuelos, y que no dejó de ser noticia hasta la certificación de su eliminación en nuestro país en el año 1964.


Este simple hecho contradice la creencia popular de que la malaria es una enfermedad tropical. Es cierto que a día de hoy, su transmisión se circunscribe predominantemente a la zona intertropical, pero esto no fue siempre así, y es consecuencia directa de los esfuerzos realizados en el último siglo por la humanidad para controlarla. La creación en el año 1948 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), fijó entre otras prioridades el control de la malaria, siendo lanzada en ese contexto una ambiciosa campaña de erradicación global que duraría casi dos décadas. Esta campaña tuvo grandes éxitos, consiguiendo la desaparición de la enfermedad en muchos países, pero es por desgracia recordada como un fracaso global al no haber conseguido su objetivo formal de erradicar la enfermedad del planeta. Quizás una de las consecuencias más dramáticas de este fracaso relativo, y del subsiguiente abandono formal del esfuerzo erradicador por parte de la comunidad global,  fue el olvido y desanimo al que se vieron sometidos los países, principalmente en África, dónde la malaria seguía siendo altamente prevalente. Esto causó un aumento de las muertes debidas a la enfermedad que se mantuvieron incontroladas durante las siguientes tres décadas.


Afortunadamente, y para bañar de optimismo el sombrío tono de este artículo, las cosas están cambiando. Gran parte de la responsabilidad la tiene la pareja Bill y Melinda Gates, matrimonio de filántropos y agitadores de la salud global, que decidieron en el año 2007, rescatar del olvido el tema tabú de la erradicación y retar al mundo con el desafío de su factibilidad. Desde entonces, y de forma notable, el paradigma ha cambiado, y su entusiasmo y atrevimiento (no exentos de críticas inicialmente) ha ido contagiándose entre los que trabajamos en la lucha contra esta enfermedad. Los Gates tienen ahora a un firme aliado en el Programa de Control de la Malaria de la OMS , siendo su nuevo director, el español Dr. Pedro Alonso, un inequívoco “believer” en la apuesta por la erradicación como único plan sostenible. Esto es importante dado que, aunque los fondos que se están movilizando con este fin provengan mayoritariamente de la Fundación Gates, el empuje y liderazgo deben provenir de la OMS para que la idea sea comprada por aquellos países que a priori puedan creer que este objetivo, aunque loable, sea poco realista. La alianza Gates-OMS es por tanto una entente ganadora.


Pero antes de la erradicación a nivel global, es preciso acelerar los esfuerzos de eliminación a nivel regional, que requieren del alineamiento en la misma estrategia de países en situaciones socio-políticas complejas, y que no necesariamente han demostrado en el pasado capacidad para entenderse bien con sus vecinos. La lucha contra la malaria, sin embargo, bien vale el esfuerzo, y un ejemplo muy ilustrativo es el que se está llevando a cabo en la zona del sur de África. En esta región, hasta 8 países diferentes (Botsuana, Namibia, Sudáfrica, Suazilandia, Angola, Mozambique, Zambia y Zimbabue) subscribieron en el año 2009 el E8 (“elimination 8”), un ambicioso plan para la eliminación de la malaria a nivel regional.

La Fundación Gates y la Fundación “la Caixa”, han apostado firmemente  por apoyar esta iniciativa, y financian desde el 2014 una alianza para la eliminación de la malaria en Mozambique, país que dada su altísima endemicidad, ejerce de epicentro y cuello de botella para la eliminación regional. La demostración en los próximos años de que la eliminación en un país tan complejo como Mozambique y en los 7 países vecinos es posible debería servir de faro para el resto de países del África subsahariana, y  permitir avances reales a nivel global.


El lema de la celebración del día mundial de la malaria este año sugiere “Invertir en el futuro, derrotar a la malaria”. Esta inversión no es menor, ya que se ha estimado que son necesarios cerca de 5 billones (con “b”) de dólares anuales, durante varios años -si no décadas-, para conseguir vencer a esta temible enfermedad. Los fondos disponibles, aunque hayan aumentado notablemente, siguen lejos de estas cifras, pero es fundamental que los avances observado hasta ahora sirvan de tracción para atraer más fondos, y no como excusa para distraerlos hacia otros objetivos. Es bien conocido que, a la hora de erradicar una enfermedad,  y al igual que en un maratón, los esfuerzos en el “último kilómetro” son tan o más importantes que los del primero.


Nos hallamos por tanto ante uno de los mayores retos que la humanidad pueda afrontar, y es que en la historia de la humanidad, el hombre sólo ha conseguido erradicar, hasta ahora, una enfermedad, la viruela. Sin embargo, no podemos desaprovechar esta segunda oportunidad. Yo no sé si en mi vida seré capaz de brindar celebrando la erradicación de la malaria, pero sí estoy seguro de que tenemos la obligación moral de legar a nuestros hijos un mejor mundo, un mundo sin malaria.



 


 
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