“Actualidad Humanitaria nace con la vocación de servir de altavoz de noticias relacionadas con la solidaridad, la cooperación y el debate sobre el nuevo humanitarismo”
feed-image
Home Noticias Internacional IRIN logra acceder a los de los centros de detención en Libia
PDF Imprimir E-mail
Jueves, 28 de Mayo de 2015 11:15
heridas en el cuerpo de uno de los detenidosIRIN logra acceder a uno de los centros de detención en Libia
"Nos golpean con cadenas": La vida dentro de los centros de detención de migrantes de Libia,donde miles de migrantes son encerrados durante meses y obligados a trabajar en condiciones deplorables
Texto y fotografía Tom Westcott
Cuatro meses encarcelado en un centro de detención de Libia ha destruido los sueños de Charles de una vida mejor en Europa: "Ya no quiero ir a Europa, sólo quiero volver a casa", dice.



Después de soportar un largo y peligroso viaje a través del desierto del Sahara, a menudo secuestrados y maltratados por los contrabandistas,  los migrantes y solicitantes de asilo que, finalmente, llegan a Libia se enfrentan a la detención y largos  períodos de encarcelamiento en alguno de los 20 centros de detención oficiales del país, en los que las condiciones son de hacinamiento y falta de financiación.  Fuera del centro de detención para migrantes irregulares Krareem en las afueras de Misrata, 250 eritreos y somalíes están sentados con las piernas cruzadas en la arena, esperando para abordar los autobuses. No tienen idea de donde les llevarán.
"Hay cientos de personas aquí, y algunos han sido golpeados", dice Abu, somalí de 24 años, uno de los que esperan.

"No queríamos luchar en nuestro país, por eso huimos en busca de un futuro, pero aquí es peor. Por favor, ayúdennos ", añade, hablando apresuradamente en voz baja.

Un guardia de la prisión explica que el centro Krareem ha colmado su capacidad, y 219 hombres y 31 mujeres están siendo transferidos a otro centro en las afueras de Trípoli, la capital.

Cuando el último de los migrantes sube a bordo del último autobús, se oyen gritos desde el interior del centro, y unas manos asoman a través de las rejas de una ventana. Es un hombre que exige saber dónde está su mujer, que ha sido conducida a uno de los autobuses. Un disparo de advertencia de un guardia le silencia y las manos se retiran.

"A menudo disparamos armas al aire, para ayudarnos a mantener el control", dice el jefe del centro de detención, Mohamed Ahmed al-Baghar. Con sólo 34 guardias trabajan en turnos para  mantener el orden entre los 1.100 migrantes que se encuentran en el centro. "Debido a que este centro es pequeño, tengo que enviar una gran cantidad de personas a otros centros. La situación empeora porque cada vez llegan más inmigrantes ilegales”.

En el interior del centro de detención, el olor de cientos de cuerpos sin lavar llena el aire y hay moscas por todas partes. "La situación es muy difícil. Hay peleas en el baño todos los días porque hay cientos de personas que utilizan el mismo baño ", dice Alaji, 25, de Gambia, que lleva en el centro cinco meses.

El suelo de baldosas es pegajoso. Alaji explica que acaba de ser fregado y que una hora antes estaba cubierto de sangre. "Nos golpearon con cadenas", dice, apoyando su rostro joven, agotado contra los barrotes. "Ayer alguien trató de escapar y nos golpearon todo el día."

Muchos de los hombres se ven obligados a realizar trabajos forzados durante el día. "Nos obligan a hacer trabajos que deberían hacer máquinas.  Si nos quejamos, nos golpean. Nos tratan como a delincuentes ", dice Alaji que trabajó como pintor y decorador en Trípoli durante seis meses antes de ser detenido por ser indocumentado. Ahora está desesperado por volver a casa.

Algunos de los migrantes detenidos son finalmente deportados a Níger en autobús, pero muchos regresan. "Los nigerianos vienen una y otra vez y no van a dejar de intentarlo. Muchas veces he vuelto a verles aquí”, dice Baghar.

Un pequeño número de detenidos logró regresar a casa gracias a un programa de repatriación voluntaria dirigida por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) - que ahora operan desde Túnez - en cooperación con los gobiernos de algunos países de origen. El proceso es largo, sin embargo, y desde julio 2014 sólo 400 personas han sido repatriadas a través de este programa.

Para los eritreos volver a casa no es una opción: “Éramos soldados en Eritrea durante tres años. Algunos de los soldados tienen sólo 10 años. No te avisan de cuándo te van a obligar a ser soldado. Vienen a por ti, y una vez que estás en el ejército, eres soldado hasta que te mueras”.  Emanuel y su amigo Jonata, de 25 años, escaparon del ejército e hicieron el difícil viaje a Libia, sólo para descubrir que habían cambiado un infierno por otro. Jonata dice que fueron capturados hace cuatro meses en el desierto en su camino hacia Trípoli. "Hubo una gran pelea entre los traficantes y la policía y algunas personas murieron, pero nadie se preocupaba por ellos."

El detenido más joven en el centro se llama Malti, tiene 10 años y es de Níger, Dice que sus padres eran tan pobres que decidió salir de casa y viajar a Libia con algunos hombres de su aldea. Los niños pequeños se mantienen con sus madres en una habitación separada en el centro o son trasladados a una de las dos cárceles de mujeres. Pero los niños como Malti se mantienen con hombres adultos.

En otra sección del centro de detención, una habitación grande con pequeñas ventanas altas se hacinan 142 personas que fueron capturados por los guardacostas de la costa de Misrata cinco días antes, tratando de hacer la travesía a Europa en botes inflables.

Hablamos con algunos de ellos en el puerto de Misrata antes de que fueran llevados al centro de detención. "Haría cualquier cosa para no ir a la cárcel aquí. Todos sabemos lo que es. Sería mejor morir que ir allí ", dice Mobo, 20, de Nigeria.

La vida en el centro Krareem es tan mala como él imaginaba. Algunos de los hombres dicen que han sido golpeado por los guardias. Jakab, de 26 años, de Senegal, levanta la parte superior del chándal para revelar los brazos cubiertos de verdugones y contusiones. Tiene los muslos tan lastimados que puede soportar el dolor. "Nos pegaron sin motivo. Nos tiraron agua encima, nos obligaron a tumbarnos en el suelo y luego nos golpearon”.

Muchos detenidos se quejan de que se les da sólo agua salada para beber.

El jefe del centro de detención, Baghar, admite que por falta de financiación hay un problema en el suministro de agua. "Es por el dinero - una empresa local desala agua en tanques grandes y la distribuye, pero el proceso de desalinización no es fiable, así que, sí, a veces el agua es salada. Pero, ¿qué podemos hacer? "

Él dice que el centro no recibe financiación o apoyo del gobierno, aparte de los salarios del personal pagados por el Ministerio del Interior. Incluso la empresa de catering, que elabora enormes cubas de garbanzos para alimentar a los detenidos una vez al día, no ha cobrado desde 2012. Baghar reconoce que sería un desastre si dejara de suministrar alimentos, ya que se les debe “miles de dinares”, dice.  

Los detenidos describen las escasas raciones de alimentos como el menor de sus problemas. Peor aún es dormir en habitaciones tan llenas que no siempre hay espacio para acostarse, y viven bajo la constante amenaza de abuso por parte de los guardias. Se sienten abandonados por sus gobiernos y por las organizaciones internacionales de ayuda.

"Tardé un mes para llegar aquí y fue terrible atravesar el desierto. No todo el mundo lo logró", dice Charles, de 17años procedente de Ghana.  “Yo no esperaba que esto iba a ser así. Sólo pido a la gente que no vengan, porque no hay gobierno en Libia y la situación es terrible."


Fotografía: Jakab, de 26 años, de Senegal, muestra las heridas provocadas por los golpes de la policía

 


 
feed-image
Copyright © 2011 Actualidad Humanitaria.com, Diseño AdlibWeb.