Sábado, 21 de Noviembre de 2015 09:06 | |||
Las infecciones han sido protagonistas clave de la Historia de la Humanidad. En el siglo XIV, por ejemplo, la conocida como ‘Peste Negra’ se cobró la vida de unas 50 millones d personas. La pandemia de influenza de 1918, (Gripe Española) afectó a unos 500 millones de personas y causó aproximadamente 50 millones de muertes en todo el mundo. Más recientemente, la epidemia del Ébola ha afectado a unas 28,635 personas y ha causado la muerte de otras 11,314. Esto refleja la facilidad y rapidez con la que las enfermedades infecciosas se propagan dando lugar a brotes epidémicos, epidemias o pandemias. Por tanto, necesitamos de medidas para controlarlas, incluyendo la disponibilidad de antimicrobianos eficaces, para evitar que las enfermedades infecciosas se conviertan en una seria amenaza para el ser humano.
El primer antibiótico que cambió el curso de la Medicina fue la penicilina. En 1928, Alexander Fleming quedó sorprendido por el crecimiento de unos hongos (Penicillium notatum) en las placas de Petri que descuidadamente había dejado sin limpiar. En particular, lo que le llamó la atención fue el hecho de que esos hongos habían matado las bacterias que éste había cultivado. Este descubrimiento casual marcó el inicio de una nueva etapa de investigación y descubrimiento, y llevó a la humanidad a combatir las más letales enfermedades de la época, a salvar millones de vidas, a aumentar la esperanza de vida, y a mejorar la salud de la población hasta nuestros días. Sin embargo, el futuro que ahora se nos avecina no es esperanzador, pues el uso inadecuado de antibióticos ha conducido a la aparición de resistencias, reduciendo así nuestra capacidad para combatir ciertas enfermedades –Neumonía, Tuberculosis, o Gonorrea. Tal es el calibre de la situación, que las resistencias a antibióticos son ya una amenaza para la Salud Pública a nivel global; de manera que la OMS, en su informe sobre la vigilancia mundial de la resistencia a los antimicrobianos (2014), declaró que: ‘sin una acción urgente y coordinada, el mundo se dirige hacia una era postantibióticos en la que infecciones corrientes y lesiones menores que hemos tratado satisfactoriamente durante décadas pueden volver a resultar mortales’. Cabe destacar que en 2013 se registraron globalmente 480.000 casos de tuberculosis multiresistentes. Además, se ha comprobado que los tratamientos disponibles para tratar la gonorrea son ineficaces en 10 países debido a la resistencia las cefalosporinas de tercera generación. Igualmente, se han encontrado resistencias a las fluorquinolonas, una clase de antibióticos usados para combatir infecciones urinarias. La resistencia a antibióticos no sólo tiene un impacto a nivel sanitario, sino que también a nivel socioeconómico, pues en muchas ocasiones resultan en una mayor estancia hospitalaria, en un incremento del gasto sanitario, y en un aumento del número de muertes cuando las infecciones son causadas por bacterias resistentes. Por ejemplo, en la Unión Europea, se estima que la resistencia a antibióticos es responsable de 25,000 muertes anuales, lo que se supone un coste de más de $1.5 billones al sistema sanitario y en pérdidas de productividad. Pero, ¿por qué se desarrollan resistencias? Las resistencias a los antibióticos ocurren de manera natural, de forma que el código genético de las bacterias se modifica para así combatir a los antibióticos. Luego, las bacterias resistentes pasan dicha resistencia a su descendencia. El resto es responsabilidad del ser humano y comprende: el uso excesivo, el uso insuficiente y el uso inapropiado de antibióticos; la falta de regulación sobre la comercialización y dispensación de antibióticos en muchos países; así como la falta de guías de tratamientos estándares y manuales de buenas prácticas. A esto se añade el excesivo uso y uso inapropiado de antibióticos en animales, donde las resistencias pueden pasar al ser humano a través de la cadena alimentaria o el contacto directo. Por otro lado, nos enfrentamos al hecho de que no se están desarrollando vacunas o nuevos fármacos, debido a la falta de interés por parte de la industria farmacéutica ya que los beneficios son menores en comparación al retorno de la inversión de tratamientos para enfermedades crónicas. Esto lleva, a que la industria farmacéutica vea difícil justificar la inversión en investigación necesaria para desarrollar nuevos antibióticos (se necesitan aproximadamente 1.506 millones de dólares para desarrollar un medicamento). Consecuentemente, en poco tiempo se podría dar la situación en la que no dispongamos de antibióticos para tratar infecciones y que estas se vuelvan, por tanto, incontrolables. Y, ¿qué podemos hacer para reducir la resistencia a antibióticos?
Para empezar, este serio problema ha llevado a que en la 68ª Asamblea Mundial de la Salud, celebrada en mayo de 2015, se refrendara un plan global para combatir la resistencia a antibióticos y otros medicamentos antimicrobianos. El principal objetivo es asegurar que podamos seguir previniendo y tratando las enfermedades infecciosas con medicamentos seguros y efectivos; demás de la sensibilización y los conocimientos en materia de resistencia a los antimicrobianos mediante programas eficaces de comunicación, educación y capacitación.
Como primer evento, se está celebrando esta semana (16 al 22 de noviembre 2015) la primera Semana Mundial de Concienciación sobre Antibióticos, y se ha lanzado una campaña, Antibióticos: Manejar con cuidado, destinada a sensibilizar a la población y a los profesionales sobre la importancia de los antibióticos. Conjuntamente, la Agencia Europea del Medicamento celebra el 18 noviembre Día Europeo para el Uso Prudente de Antibióticos. La resistencia a antibióticos es un problema que nos afecta a todos y todos debemos tomar responsabilidad: desde la población, a los profesionales sanitarios, el sector ganadero, la industria farmacéutica, y los gobiernos. Necesitamos, pues, de una acción conjunta en la que los profesionales sanitarios se comprometan a prescribir y dispensar antibióticos sólo cuando sean necesarios. Donde la población sólo consuma aquellos antibióticos recetados por un facultativo, y que se complete el tratamiento que se le haya prescrito. Igualmente, dejar de usar antibióticos que queden por casa es esencial para evitar el desarrollo de resistencias, así como lo es evitar auto medicarse. Medidas sencillas, como el lavado de manos e higiene, tienen igualmente un impacto enorme en la prevención y transmisión de enfermedades infecciosas. En el caso de ganaderos y veterinarios es esencial que eviten el use inadecuado o excesivo de antibióticos en animales y sigan las recomendaciones internacionales. La OMS está trabajando conjuntamente con la Organización Mundial de Sanidad Animal y la FAO para desarrollar guías de buenas prácticas para combatir la resistencia a antibióticos. Por otro lado, es importante trabajar con la industria farmacéutica para fomentar la I+D, de manera que se invierta en la investigación de nuevos antibióticos y nuevas vacunas. Igualmente, es fundamental trabajar en el desarrollo de pruebas de diagnóstico para facilitar el diagnóstico rápido de infecciones bacterianas en el punto de atención. Esto es particularmente importante en países en vías de desarrollo y en áreas donde los recursos son extremadamente limitados. Los gobiernos, a su vez, deben comprometerse a desarrollar políticas que aseguren el uso racional de medicamentos, y en particular, los antibióticos. Asimismo, es fundamental que se refuercen los mecanismos para de control y prevención de enfermedades infecciosas. Además, los gobiernos deben de desarrollar e implementar campañas de educación, concienciación y sensibilización que promuevan e influencien un cambio de comportamiento por parte de la población y los profesionales hacia los antibióticos. Entre todos podemos evitar que esta crisis sanitaria se convierta en un serio problema para el futuro de la humanidad.
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