Si bien estamos ante un despertar tardío que tendría que haberse producido hace ya algún tiempo, la Cumbre debería ser una oportunidad histórica para elaborar un plan detallado que permitiese formular una mejor respuesta internacional en un momento decisivo para reforzar la gobernanza de la migración internacional. Debería ser vista como la ocasión para crear un sistema más responsable y predecible de respuesta a los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes. Sin embargo todo lleva a pensar que la convocatoria no producirá grandes resultados, que se quedara muy corta en cuanto a la definición de acciones concretas que transformen la actual situación y que fallara en su cometido de crear compromisos vinculantes para los Estados Miembros de la ONU y de forjar un pacto eficaz de carácter mundial en esta materia.
La reunión congrega a los dirigentes del mundo para abordar el problema de los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes, uno de los principales desafíos de nuestro tiempo al que el Sistema Internacional en su conjunto y los Estados en forma individual no han prestado suficiente atención ni han dado respuesta adecuada.
El número de personas obligadas a abandonar sus hogares a causa de la violencia, las guerras, las persecuciones y las violaciones de los derechos humanos ha experimentado un aumento vertiginoso en los últimos años. Ha alcanzado las mayores proporciones vistas en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial y se ha quintuplicado en los últimos seis años. Alrededor de 65 millones de personas en el mundo, de las cuales la mitad son niños, han tenido que huir de esos jinetes del apocalipsis que hoy obligan al desplazamiento forzoso y han convertido a esas personas en refugiados o desplazados internos. Además de ello otros 225 millones de personas son migrantes que han abandonado sus países en busca de mejores oportunidades o simplemente para sobrevivir al subdesarrollo, a la pobreza, a las hambrunas y a los desastres naturales.
La otra cara de la globalización
Estamos en presencia de la otra cara de la globalización, del sufrimiento con rostro humano que se enfrenta a adversidades muchas veces insuperables y que hace que las personas desfallezcan en el esfuerzo por salvarse y por sobrevivir en un mundo que dificulta las salidas, levanta vallas y muros y no tiende puentes, tornándose cada vez más insolidario y egoísta. Por si fuera poco, se ha producido gradualmente un resquebrajamiento del derecho internacional en esta materia que tanto trabajo ha costado consolidar en las últimas décadas y se ha generado una profunda insuficiencia de los mecanismos de gobernanza mundial al respecto.
El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, ha reconocido que esta crisis “no es una crisis de números, sino una crisis de solidaridad. Casi el 90% de los refugiados del mundo son acogidos por países en desarrollo. Ocho países acogen a más de la mitad de los refugiados. Tan solo diez países proporcionan el 75% del presupuesto de las Naciones Unidas destinado a aliviar y resolver esta tragedia.” Ha apuntado asimismo que “no habría crisis en los países de acogida si la responsabilidad se repartiera de manera equitativa” y que “estamos en condiciones de ayudar y sabemos lo que tenemos que hacer para hacer frente a los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes, pero a pesar de ello, con demasiada frecuencia, dejamos que el miedo y la ignorancia se interpongan y que las necesidades de las personas pasen a un segundo plano, y la xenofobia prime sobre la razón.”
En enero de 2016, el Secretario General de la ONU nombró a Karen Abu Zaid como Asesora especial, para que trabajara con entidades de las Naciones Unidas y celebrara consultas con los Estados Miembros y otros interesados en la etapa preparatoria de la Cumbre. Esto incluyo la supervisión del informe del Secretario General sobre los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes, que fue presentado a la Asamblea General en mayo de 2016.
Por su parte, en febrero de 2016 el Presidente de la Asamblea General nombró a la Representante Permanente del Reino Hachemita de Jordania, y al Representante Permanente de Irlanda, como co-facilitadores para dirigir consultas con los Estados Miembros a fin de ultimar la preparación de un posible documento final a ser aprobado por la Cumbre de alto nivel de septiembre.
En el informe de la ONU, In Safety and Dignity, dado a conocer en mayo del 2016, se presentaron algunas recomendaciones para llevar a cabo una acción colectiva más eficaz a nivel mundial. En él se propone un “pacto mundial sobre el reparto de las responsabilidades en relación con los refugiados”; se enfatiza la importancia de la inclusión social y económica de los refugiados y los migrantes; se apela a la responsabilidad de los dirigentes políticos y los líderes comunitarios de manifestarse en contra de la discriminación y la intolerancia; se reprueba a quienes intentan ganar votos sembrando el miedo y promoviendo la división. Asimismo se reconoce que es necesario prestar mayor atención a los factores que impulsan los desplazamientos forzados, intensificando la prevención delos conflictos, la resolución de disputas en forma pacífica y propiciando el hacer frente a las violaciones de los derechos humanos antes de que las situaciones se agraven.
Si hay algo particularmente patente es la necesidad de fortalecer los sistemas internacionales que se ocupan de los grandes desplazamientos de población, a fin de que respeten las normas de derechos humanos y proporcionen la protección necesaria, el que los Estados cumplan las obligaciones jurídicas internacionales, en particular la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.
El Secretario General de la ONU ha planteado que “hace falta redoblar con urgencia los esfuerzos para luchar contra los contrabandistas y los traficantes, para rescatar y proteger a las personas en tránsito y para velar por su seguridad y dignidad en las fronteras. Será fundamental establecer vías legales más sistemáticas para los migrantes y refugiados, a fin de que las personas en situación desesperada no tengan que recurrir a redes delictivas para tener seguridad. Se prevé que el número de migrantes seguirá aumentando como resultado de las limitaciones comerciales, la falta de trabajo y la escasez de competencias, la facilidad para viajar, el acceso a las comunicaciones, la creciente desigualdad y el cambio climático. Por ello he propuesto medidas importantes para mejorar la gobernanza mundial en esta esfera, incluso mediante un pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular. Cuento con que la reunión de la Asamblea General que se celebrará el 19 de septiembre determine el camino a seguir para solucionar los problemas más inmediatos de los refugiados y los migrantes, y que los dirigentes del mundo se comprometan a estrechar la cooperación mundial respecto de estas cuestiones”.
Pero las cosas no han transcurrido por el camino por el que tendrían que haber transcurrido para alcanzar lo que proponía la ONU en el informe de Mayo del 2016. Las negociaciones previas a la Cumbre de Alto Nivel de la ONU sobre sobre Refugiados y Migrantes han fracasado en su objetivo de crear un pacto mundial a fin de que los países desarrollados asuman compromisos concretos para compartir la responsabilidad de esta crisis. El documento final que será aprobado el 19 de septiembre no ha logrado cristalizar las líneas de acción y los compromisos que el Secretario General recomendaba adoptar en el informe arriba citado. La comunidad internacional ha sido incapaz de comprometerse a compartir una responsabilidad ante la crisis. El documento que será oficializado por la Cumbre no tiene carácter vinculante. La comunidad internacional ha diferido los compromiso específico sobre el tema de refugiados y de migrantes hasta el 2018 y ha excluido las propuestas que había formulado Ban Ki Moon de crear un pacto global para que los países desarrollados aceptaran anualmente al menos a 10 por ciento de la población total de refugiados mediante la reubicación, evacuación médica y admisiones humanitarias; programas temporales de evacuación; oportunidades para la migración capacitada; movilidad laboral, educativa o con propósitos de reunificación familiar.
Llama la atención el hecho de que un día después de la Cumbre Mundial de Alto Nivel auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas, el 20 de septiembre, el presidente Obama ha convocado una Cumbre de Líderes sobre la Crisis Mundial de los Refugiados también en Nueva York. La Administración Obama ha dado a conocer tres grandes objetivos para la Cumbre de Líderes. El primero es generar un incremento del 30 por ciento en la financiación de los llamamientos humanitarios mundiales a fin de que pasen de 10 mil millones de dólares al año a 13 mil millones de dólares al año. El segundo es duplicar las plazas de reasentamiento y las vías legales alternativas para la admisión que se ponen a disposición de los refugiados, e incrementar el número de países que aceptan un número significativo de refugiados. El tercero es incrementar el número de refugiados escolarizados mundialmente en un millón así como el número de refugiados a quienes se les otorga legalmente el derecho al trabajo también en un millón.
En el informe titulado “La crisis de los refugiados y la migración: propuestas para la acción” dado a conocer hace una semana por la Brookings Institution, Michael Ignatieff, Juliette Keeley, Betsy Ribble, y Keith McCammon señalan que se trata de objetivos loables y alcanzables pero que para ello los Estados Unidos deberían movilizar un apoyo mundial en dos terrenos:
- Construir una coalición para el reasentamiento de los refugiados que comience por dar el ejemplo admitiendo a 65,000 refugiados Sirios de entre los más vulnerables y con ello establecer los cimientos para reconstruir los compromisos mundiales encaminados a compartir la carga del problema que se ha generado
- Movilizar apoyos a los Estados que están en la línea frontal (Turquía, Jordania y Líbano) propiciando y apoyando materialmente a que estos países brinden apoyo a los refugiados
No deja de ser desconcertante el hecho de que los espacios multilaterales como la Asamblea General y de la ONU y la Cumbre del 19 de Septiembre no logren articular las acciones mundiales necesarias y que haya que apelar a una geometría diferente un para tratar de poner en marcha algunas cuantas acciones específicas.
Lamentablemente la Cumbre será un fracaso y constituirá una oportunidad desperdiciada para reconducir la crisis de los refugiados y los migrantes en el mundo. Mientras tanto seguirán perdiéndose incontables vidas en el mar y seguirán padeciendo millones de personas en campos de desplazados sin las condiciones esenciales para una vida digna. Será muy triste constatar que aquellos que huyen de la persecución, de la violencia y de la guerra y han querido salvarse están quedado varados en el horror de un mundo profundamente insolidario.
Daniel López Acuña, Profesor Asociado de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Ex Director de Asistencia Sanitaria en Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Miembro de la Sociedad Española de Medicina Humanitaria (SEMHU)
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