La estimación más reciente de muertes atribuibles a esta infección se ha situado por debajo del medio millón de casos, un descenso de más del 60% en sus tasas de mortalidad, confirmando las tendencias a la baja ya percibidas en los últimos años. Por si esto fuera poco, el avance y compromiso en pos de un mundo libre de malaria sigue siendo firme y sostenido. El informe revela que 57 países han conseguido una reducción de sus casos en al menos un 75%, cumpliendo de forma local las metas marcadas por los objetivos del milenio para el año 2015, y un total de 16 países han declarado la interrupción de transmisión entre sus fronteras, a la espera de ser certificados como libres de malaria si este hecho se prolonga durante los próximos 3 años. Asimismo, y por primera vez en la historia, la totalidad del territorio Europeo no ha registrado ningún caso autóctono de malaria, un hito sin precedentes al que todos los que vivimos en países que fueron altamente endémicos para la malaria deberíamos darle la relevancia que merece.
Las noticias esperanzadoras sobre el estado mundial de la malaria son debidas, en gran parte, a un consenso global sin precedentes sobre la necesidad de erradicar de una vez por todas una de las enfermedades que más devastación ha causado en la historia de la humanidad, y a la consiguiente inyección de recursos para su control. Este esfuerzo está siendo capitaneado desde la OMS por el malariólogo español Pedro Alonso, que ha aportado a esta algo anquilosada institución, un liderazgo científico y político indiscutible y una energía y audacia que ha contagiado a los programas de control de la malaria en todo el mundo. A nivel de estos países, estamos viendo como los indicadores de implementación de las medidas actualmente utilizadas para controlar la enfermedad están mejorando de forma acelerada. Por poner un ejemplo, más de la mitad de la población Africana duerme cada noche bajo una red mosquitera impregnada de insecticida, una de las medidas más coste-efectivas para prevenir las picaduras del mosquito vector, y por ende la transmisión del parásito que causa la enfermedad. Si recordamos que en el año 2000, apenas un 2% de la población podía beneficiarse de la protección conferida por estas redes, entenderemos la magnitud del logro.
La distribución masiva de millones de redes mosquiteras en los últimos años en África ha conseguido, junto a la disponibilidad de mejores tratamientos para curar la infección, revertir por primera vez la incidencia global de la malaria, pero aún hay mucho margen de mejoría, y el esfuerzo debe continuar. La recientemente aprobada vacuna contra la malaria RTS,S (Mosquirix®), todavía no lista para su implementación masiva, jugará sin duda en un futuro no muy lejano, un rol importante, junto al resto de medidas ya existentes, para continuar reduciendo el todavía excesivo impacto que esta enfermedad tiene a día de hoy.
Estos logros no han sido fáciles de conseguir, y están construidos, por desgracia, con mimbres frágiles. Es por eso que aunque hoy celebramos las buenas noticias, no debemos olvidar que en muchos países, la malaria sigue llenando los hospitales y constituyendo uno de los principales problemas de salud pública. Es momento por tanto de redoblar los esfuerzos para que las nuevas generaciones de niños que nacen hoy en los países dónde la malaria sigue siendo un problema puedan hablar de ella únicamente en pasado. Sólo así podremos seguir celebrando los 25 de abril como días de optimismo y progreso para la humanidad.
Instituto de Salud Global de Barcelona ISGlobal