Miércoles, 22 de Abril de 2015 09:40 |
El Mediterráneo es sólo el final de un viaje de pesadilla: la tragedia de los inmigrantes africanos
Kristy Siegfried, IRIN
Cada vez que un barco con inmigrantes naufraga en su camino hacia Europa, se hace una estimación del número de muertos y se emite un informe, que recogen los medios de comunicación. Pero ¿qué pasa con todos aquellos que mueren antes de poner un pie en un barco? Ese número puede ser mucho mayor.
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Mapa que indica dónde desaparecen los inmigrantes. Pinchar para ver.
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Alrededor de 1.600 inmigrantes han muerto o han desaparecidas tras intentar cruzar el Mediterráneo este año, incluyendo los casi 700 que perecieron en la tragedia del pasado fin de semana en aguas de Libia, el peor naufragio de este tipo de la historia. Los riesgos que asumieron estas personas al embarcar en los barcos de traficantes con la esperanza de llegar a Europa son bien conocidos, pero constituyen sólo uno de los peligros que tienen que afrontar en un viaje que para muchos termina antes de llegar a las costas del norte de África.
"Atravesar el Mediterráneo es sólo el último riesgo”, dice Meron Estefanos, periodista y activista de derechos humanos de Eritrea que escucha con regularidad para desgarradores relatos de los solicitantes de asilo eritreos en diferentes etapas de sus odiseas. En 2014, los eritreos comenzaron huir de la represión y de la obligatoriedad de un servicio militar indefinido, y son el segundo grupo en número que trata de llegar a Europa después de los sirios. Antes de llegar a la costa de Libia, desde donde salen la mayoría de los barcos, muchos han sufrido secuestros, detenciones, violaciones y torturas por el camino.
Un viaje lleno de riesgos
Como se documenta en un informe de 2014 del Regional Mixed Migration Secretariat (RMMS)
con sede en Nairobi, la mayoría abandona Eritrea sin el permiso requerido, que rara vez se da a los menores de 50 años. Si les detienen antes de salir de su país la pena puede ser una larga sentencia de cárcel, pero las autoridades de Eritrea también tienen fama de disparar a matar a las personas que se encuentran en determinadas zonas fronterizas.
Después de llegar al este de Sudán, algunos se registran en los campamentos de refugiados cerca de la ciudad de Kassala, mientras que otros se dirigen directamente a la capital, Jartum. Allí se unen a otros contingentes de etíopes y somalíes, con la esperanza de conectar con los contrabandistas que pueden transportarles a través del desierto del Sahara para llegar a Libia.
La peor parte es conseguir atravesar el Sahara. Muchos mueren de sed y otros caen de los coches y son abandonados. Nadie sabe cuántos mueren en el Sahara. Sus muertes no constan en ningún registro y sus cuerpos no son recuperados.
Además de los peligros de una travesía del desierto está el riesgo de secuestro
En algunos casos, los traficantes secuestran a los eritreos de Kassala y los llevan a sus campamentos donde son torturados y se les obliga a pedir dinero a sus familias por teléfono si quieren ser rescatados. A veces son vendidos a traficantes egipcios que operan en la península del Sinaí, que les torturan y les exigen más dinero.
Los investigadores estiman que entre 2009 y 2013, 30.000 personas fueron víctimas de la trata y la tortura en la península del Sinaí, y que entre 5.000 y 10.000 de ellos no sobrevivieron a su terrible experiencia.
Las operaciones militares egipcias en el Sinaí han destruido muchos de estos campos de tortura el pasado año, pero el riesgo de ser secuestrados en Sudán sigue siendo alto. Durante la travesía del Sahara los traficantes pueden interrumpir el viaje para extorsionar a los viajeros.
Se les priva de alimentos y agua y violan a las mujeres. La amenaza más reciente es el secuestro por los militantes del Estado islámico. Un video reciente distribuido por IS muestra a al menos 30 hombres –cristianos etíopes- siendo ejecutados en una playa de Libia.
En Libia, los migrantes deben o bien arriesgarse con contrabandistas o arriesgarse a ser detenidos y recluidos durante meses en los hacinados centros de detención donde Human Rights Watch ha informado de pésimas condiciones y abusos por parte de los guardias.
El conflicto que atraviesa el país ha hecho que los contrabandistas y traficantes operen con relativa impunidad.
La semana pasada, el ACNUR informó de que un barco de migrantes rescatados en la costa de la isla de Lampedusa en el sur de Italia contenía víctimas de quemaduras. Según relatos de los supervivientes una bombona de gas había explotado en una de las casas de donde se alojaron, matando a varias personas e hiriendo a otras. En lugar de recibir ayuda médica, los contrabandistas subieron a los heridos en un bote de goma. Otra embarcación con 87 inmigrantes, entre los que había más heridos, fue interceptada por soldados antes de que partieran y esas personas se encuentra en paradero desconocido.
A pesar de estos riesgos la población sigue escapando de Eritrea, donde las condiciones de vida son muy duras. Los hombres están obligados a permanecer en el Ejército hasta los 50 años. No hay libertad de movimiento, de expresión o de religión. Ni siquiera pueden decidir lo que quieren estudiar.
Los esfuerzos de los investigadores para rastrear y controlar las rutas seguidas por los inmigrantes desde el Cuerno de África a las costas de Libia se encuentran todavía en una etapa temprana. Se están reclutando informantes en los lugares de paso de estas caravanas siniestras para obtener información, pero todavía está en una fase precaria. Aún pasará mucho tiempo antes de que se pueda intervenir de alguna manera para acabar con estas caravanas de la muerte.
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