Los niños refugiados tienen un "alto riesgo" de problemas de salud mental según un estudio de The Lancet
Londres, agosto de 2011, Alrededor de 18 millones de niños en todo el mundo se han visto obligados a abandonar sus hogares debido a conflictos, y un tercio de ellos son refugiados cuyas familias se vieron obligadas a desplazarse a otros países.
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Una mujer somalí y su hijo esperan el registro en
el campo de refugiados de Dadaab, en Kenia.
Foto REUTERS |
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Para explicar las consecuencias de estas circunstancias sobre su salud mental, los autores de un estudio publicado en la revista científica The Lancet, realizaron una revisión de todos los trabajos sobre este tema, para ver cómo pueden ponerse en marcha medidas para apoyar a los refugiados y desplazados, tanto los niños como sus familias.
Uno de los co-autores del estudio, publicado el pasado 10 de agosto, Fazal, Mina, destacó la importancia del estudio “por la enorme población afectada, principalmente en países de escasos recursos. Sabemos que están en alto riesgo de sufrir trastornos mentales debido a que es probable que hayan estado expuestos a la violencia, que es el factor más fuerte para indicar problemas de salud mental”.
Los investigadores con sede en Oxford encontraro un vacío de información importante: la gran mayoría de trabajos existentes se había hecho con los niños refugiados en países de altos ingresos, y sin embargo el niño refugiado típico probablemente vive en un campamento, en algún lugar cerca de su país de origen, en un país de bajos o medianos ingresos con recursos muy limitados para gastar en problemas de salud mental.
Esto trae problemas específicos. Por poner un ejemplo, en la región sudanesa de Darfur y en Chad, muchos niños y niñas declararon haber sido violados mientras trabajaban en la recolección de leña. Al menos el 75 por ciento de los niños entrevistados entre las personas desplazadas internamente (PDI) en Darfur, reunían criterios diagnósticos para el trastorno de estrés postraumático y el 38 por ciento tenía depresión.
Los habitantes locales, también por lo general, con muy bajos ingresos, pueden ser hostiles y amenazadores hacia los recién llegados porque compiten por recursos escasos, además del choque cultural. El informe dice: "La evidencia sugiere que la adaptación a los valores aparentemente similares no es necesariamente fácil, y los propios refugiados llaman la atención sobre las diferencias culturales que pasan desapercibidas entre los observadores occidentales en la creencia de que son similares por la similitud del idioma o de la religión”.
Un factor positivo es que las poblaciones desplazadas son capaces de mantener sus estructuras culturales cuando el desplazamiento es masivo. Por ejemplo, cuando la población no árabe fue expulsada de Mauritania en 1989, pueblos enteros huyeron juntos a través del río que marcaba la frontera entre Mauritania y Senegal. Escuelas enteras, niños y profesores se movieron juntos y se reconstituyeron en el lado senegalés. Ese tipo de continuidad y apoyo de la comunidad ayuda a los niños a ser más resistentes a los choques de exilio.
Enfoque integrado
Los autores reclaman más investigación en los países pobres que reciben los refugiados y proponen un enfoque integrado que, así como el suministro de alimentos básicos y la vivienda, apoye el desarrollo de las estructuras comunitarias y las actividades que promueven la salud mental. Y sugieren que los países más ricos deben ayudar a financiar estos programas, ya que sus políticas de asilo son cada vez más restrictivas, al punto de que han dejado que sean los países más pobres quienes tengan que llevar a la mayor parte de la carga.
Uno de los aspectos que surgieron en el estudio es que la exposición a la violencia, particularmente la exposición continuada, aumenta extraordinariamente el riesgo de padecer trastornos psicológicos posteriores. Y lo peor de todo es la violencia que altera la integridad de la familia o el hogar. No se trata sólo de la violencia de los conflictos políticos, sino que en los campamentos de refugiados se registran altas tasas de violencia doméstica en un medioambiente altamente estresante que puede causar gran angustia a los niños.
Los niños son muy sensibles a las inquietudes de sus padres. Incluso los acontecimientos traumáticos por los que ha pasado la familia antes de que el niño haya nacido puede aumentar su riesgo de problemas de salud mental.
Para los niños refugiados en los países ricos hay más recursos disponibles, pero tienen otros problemas específicos. Otra cuestión que surgió de la revisión de la investigación fue que después de procesos de detención de inmigrantes irregulares en los que hay niños, parece que este hecho puede ser particularmente perjudicial para la salud mental de los menores.
Aoife O'Higgins, que trabaja con jóvenes refugiados en una organización humanitaria, ha constatado el impacto que sufren los niños cuando después de pasar grandes dificultades para llegar al país refugio son detenidos a su llegada.
O'Higgins dijo que contaba con experiencias directas, como una joven iraquí que fue violada durante su viaje al Reino Unido, y tiene graves problemas de salud mental: se autolesiona cortándose a sí misma y se arranca el pelo. Esta joven, debido a que su situación migratoria no se resuelve, tiene que ir a firmar en la Oficina de Inmigración todas las semanas, “y cada vez que tiene que ir está aterrorizada por si la detienen, como sucedió por error en una ocasión, en quela mantuvieron detenida durante dos días, lo que le provocó un empeoramiento de su situación”.
Fazal espera que su trabajo y el de sus colegas le ayudará a prevenir este tipo de estrés adicional. "Lo que podemos destacar es que incluso si han sido expuestos a estos factores de riesgo predisponentes, se puede tratar de moderar los factores de riesgo futuro, ya que es la adversidad acumulada lo peor para estos jóvenes. Lo importante es que no sean detenidos, separados de sus familias. Ese es el factor de riesgo mayor”.
Traducido por Actualidad Humanitaria
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