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Lunes, 08 de Agosto de 2016 08:03

El hambre como arma de guerra en Siria, Yemen y Nigeria

Mientras que los silos de grano de muchos países occidentales pueden desbordarse este invierno, decenas de millones de personas no dispondrán de alimentos, una situación agravada por el uso del hambre como un arma de guerra. Más de 50 millones de personas que viven en 17 países afectados por conflictos están en situación de "inseguridad alimentaria severa", según han alertado la FAO (Organizacion para la Agricultura y la Alimentación) y el PMA (Programa Mundial de Alimentos), las dos agencias de la ONU.

 

 

Los conflictos prolongados en Yemen y Siria han situado a estos dos países en la parte superior de la lista del hambre. En Yemen, 14 millones de personas - más de la mitad de la población - se están enfrentando una crisis alimentaria o de emergencia. Mientras tanto, en Siria, 8,7 millones de personas o el 37 por ciento de la población antes del conflicto, "necesitan urgentemente alimentos, nutrición y asistencia", en particular ayudas a los agricultores.

 

En similar situación se encuentran medio millón de personas, según Médicos Sin Fronteras, en el noroeste de Nigeria, azotada por Boko Haram desde 2009, enfrentadas a una posible catástrofe humana. Miles de personas se han visto obligados a abandonar sus hogares no empezaron a recibir ayuda alimentaria hasta el pasado mes de julio.

 

En Siria la cosecha de trigo se ha visto reducida a la mitad. Sin embargo, la mayoría de los productores de trigo más importantes del mundo están disfrutando de excelentes cosechas, que han provocado una caída de los precios en los mercados mundiales de productos básicos, de la que algunos paises, como Egipto, que dependen de las importaciones, se están beneficiando. Sin embargo, para los países atrapados por el conflicto la importación de alimentos es logísticamente difícil, si no imposible, y los precios son inalcanzables para la mayoría de la población, que ha perdido sus medios de vida.

 

Para los expertos, mantener la agricultura, especialmente la producción local, es básico para reducir el hambre e incluso para evitar un aumento de los refugiados. En Siria cuatro quintas partes de la población rural depende de las cosechas.

 

En Siria se han destruido todas las granjas avícolas industriales, lo que afecta a las personas más pobres, cuya fuente de proteínas más accesible era el pollo. La FAO estima que este año sólo se podrán cosechar 1,9 millones de toneladas de trigo en Siria, menos de la mitad de lo que se cosechaba antes de la guerra (cuatro millones de toneladas). A pesar de ello, la FAO ha tenido dificultades para convencer a los países donantes para que financiaran la compra de semillas, fertilizantes y herramientas para los agricultores sirios. La FAO sólo ha logrado obtener 86 millones de dólares, la décima parte de los fondos necesarios.

 

Los agricultores de Siria ya no tienen acceso a las semillas locales, adaptadas a las condiciones climáticas y del terreno, y no quedan semillas en el banco de semillas sirio, por lo que podría ser el primer país en retirar semillas del banco de semillas mundial, cuyo depósito está enterrado en una montaña de las islas Svalbard, en el Ártico, la única manera de reintroducir las cepas locales.

 

 


 
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