Volver de Idomeni…

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Fin del trayecto. Via Tesalónica-Belgrado
Desde Idomeni: «Somos personas»
Aurora Rozadilla, psicóloga y voluntaria con Bomberos en Acción
La vía interrumpida del tren Tesalónica-Belgrado, presagia el fin del trayecto. Antes de llegar, varias gasolineras sirven de paradas de autobús donde personas solas y familias enteras deciden bajar y asentarse en alguna de las tiendas abandonadas o propias. El camino es largo y las fuerzas  escasas. La mayoría huye de la guerra y el pánico de las bombas terroristas, otros de la necesidad y la pobreza, pero todos, sueñan con una vida mejor. Volver de Idomeni, después de trabajar en el equipo sanitario de la ONG Bomberos en Acción, supone tener en la mente la dureza de cada minuto de vida de los seres que son perseguidos por la calamidad desde que moraban en su ciudades y en su periplo por diferentes países.

 

Fin del trayecto. Via Tesalónica-Belgrado

Fin de trayecto. Vía Tesalónica-Belgrado

El trabajo asistencial como psicóloga y como enfermera  ha permitido impregnarme de sus historias personales. Muchos de ellos rememoran con nostalgia el pasado en el que toda la familia extensa permanecía unida y en la inconsciente felicidad de la normalidad cotidiana. Otros prefieren no tocar o sólo mencionar levemente, sin detalle, lo pasado, porque contiene acontecimientos demasiado dolorosos que están intentando sobrellevar. Los más optimistas, en una disociación colectiva, optan  por soñar con un futuro mejor, obvian la dificultosa realidad y  construyen un fin de camino imaginario en un lugar acogedor, o tal vez donde alguno de la familia ya llegó.

En este minoritario grupo están los que, solos o en manos de mafias, siguen intentando cada noche ir hacia las luces rojas de neón del Casino macedonio que deslumbra en la oscuridad al otro lado de la alambrada. Todo ello sucede mientras cada día queda más patente que la frontera de Macedonia no se abrirá y los actuales campos (de Idomeni y cercanos) quedarán desmantelados; mientras tantos y tantos días el viento sopla encolerizado como si fuera a arrastrarlos, igual que arrastra su casa (tienda) o sus enseres; mientras el cielo llora casi tanto como ellos, mezclando sus lágrimas e inundando los campamentos y mientras, otras veces, el sol les quema la piel, la esperanza… y las ilusiones.

En un intento desesperado de “normalizar” han desarrollado un precario comercio callejero donde se vende a pie de camino desde huevos hasta tabaco. Donde se elabora y vende recién hecho un genuino fallafel.

Mujer alimentando a su hijo

Conservan la esperanza

Los voluntarios hemos llegado desde diversas procedencias europeas, (una gran parte desde España) con el fuerte empeño de comunicarles que no somos como los que toman las decisiones acerca de ellos en nuestros países de origen. Empujados por la compasión y el cariño (y en muchos casos también por inexperiencia en la ayuda humanitaria), se les exime de tareas cotidianas básicas que serían muy útiles para que se mantuvieran ocupados, tan importante para su salud mental.

Acuden a consulta de atención primaria intentando conserguir una analgesia que no podemos darles, la de los dolores del alma. Algunos de ellos sienten vergüenza de mostrar una imagen descuidada debida a la precariedad de medios en su campamento y contestan tímidamente aunque en perfecto inglés: “yo en mi país era ingeniero…..”
Otros, salvaron la vida, pero llevan en su cuerpo gravadas las torturas padecidas mientras fueron prisioneros de guerra.

Un gigantesco parásito se ha apoderado de las mentes de los adultos: «la incertidumbre», y montones de seguidores de ella rematan su labor: «los rumores».

La una y los otros desestabilizan sus razonamientos y disminuyen o anulan su capacidad para tomar decisiones. Los días pasan y pasan hasta formar meses en Idomeni y el «síndrome del refugiado atrapado» les hace más vulnerables aún.

Fue torturado mientras fue prisionero de guerra

Fue torturado durante su detención

Se montaron dos tiendas para culto, una cristiana y una musulmana, pero no les he visto rezar en ellas. Tampoco a la entrada de sus tiendas. No sé si lo hacen en silencio o simplemente han perdido también la fe y la esperanza de que su Dios les ayude.

«Todos los llegados a Grecia antes del 20 de Marzo, que puedan acreditarlo, pueden solicitar asilo en ese país». Esa es la información que ha traído una abogada griega al campamento, pero las vías para solicitarlo están colapsadas permanentemente y dejan además infinidad de preguntas posteriores sin contestar.

Lo que se temía allí ha comenzado: alrededor de 8.500 refugiados serán evacuados de Idomeni. En el campo no se permite ya la entrada de comida y los voluntarios tienen bloqueado el paso. Parece que los participantes de las cumbres donde se decide sobre sus vidas, hablarán y hablarán pero nunca se pondrán en sus zapatos.

Se los llevan a campos militarizados con muchos interrogantes sobre ellos, donde tal vez se conviertan en menos visibles que en Idomeni, las gasolineras cercanas (Hara, BP, Eko), o cualquiera de las agrupaciones de refugiados diseminadas por el país. Donde tal vez su voz se hará menos perceptible y su intimidad y dignidad no sea restituida, pero los que hemos estado a su lado ya no podremos olvidarles e intentaremos que se nos vea y escuche por ellos al grito “SOMOS PERSONAS”.

 

Aurora con sus pacientes en Idomeni

Aurora con sus pacientes en Idomeni


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